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julio 2014

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Combatir con destreza al bipartidismo

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Después de frustrar la confianza de los electores y haber llevado al país la una situación extrema, por pura lógica, no tienen que ser  los miembros del bipartidismo  los interesados en devolverle la democracia a sus legítimos titulares.

Un puebloMal va el país  cuando las bravuconadas  se han convertido en el  referente  por excelencia del hacer político,   siendo suficiente  para acreditar tal afirmación, dedicar   tan solo  un mínimo de atención a las prácticas  de los «profesionales» de la cosa pública, para poder comprobar  con que desparpajo son capaces de disfrazar la realidad, hasta alcanzar  la dicotomía de acumular un historial  de fracasos, y a la vez, atribuirse ante el electorado habilidades innatas  para arreglar en dos patadas todos los problemas  habidos y por haber.

De ahí que dejando al margen  puntuales  excepciones, que “haberlas hailas”, cabe   manifestar sin riesgo  a equívoco,   que los miembros de este gremio de verborrea irrefrenable, además de un exponente de negación son unos completos atorrantes, unos subordinados que instalados en su congénita  falsedad   no son quien  de asumir el hecho de no tener ni capacidad  ni solución de nada, como tampoco, aceptar que por sus repetidos embustes y adulteraciones  de la realidad han dado al traste  con su ya escasa reputación, hasta  degenerar   en la total pérdida  de la confianza ciudadana y el imparable  descenso  de su mermada  credibilidad electoral.

Por eso, cuando  tras treinta y cinco años de deterioración política  han llegado a convertir la democracia en  la primera víctima  de la desigualdad; ante semejante deriva, es de todo punto inaceptable proseguir con la condescendencia  de otorgar  a estos irresponsables otra nueva  oportunidad;  pues resulta una insensatez  persistir en el empeño  de mantener la  confianza en  los artífices   del declive  que estamos a sufrir, máxime cuando es de sobras  conocida su notoria  ineptitud al igual que  su  carencia ejecutiva para afrontar con rigor  la obligada  regeneración que demanda la salud democrática del país.

Hemos  llegado a una situación límite   donde  la política dejó de tener  poder  y el poder carece de control político, y ante esta tesitura, no queda otra  que mudar  el degradado  ecosistema de representación liquidando la continuidad del bipartidismo arbitrario,   que en si mismo,   es el mayor de los males del actual modelo  y  la cara opuesta a la democracia representativa,   como así lo avala  la permanente implicación  del PP y PSOE  en la coalición de élites económicas y sociales    que desde la Transición  ha dominado a su antojo los  destinos de nuestro  país, siendo esa conjunción de cuño oligárquico el factor   determinante  de la coincidencia extrema  entre las políticas económicas de este dueto  partidista, como también el fundamento que refrenda   la alternancia  de  gobierno que  con  temporalidad intermitente    asumen ambas siglas.

De ahí  que la reconstrucción del espacio público democrático, en todo momento, ha de  pasar  por asumir que la democracia sea una apuesta radical por la igualdad, que nunca  la reserva preferente   de élites pudientes, y solo poniendo en práctica este precepto seremos  capaces de  frenar la  vigente tendencia  hacia el  crecimiento de la disparidad, que viene imponiendo el gobierno de la oligarquía económica tras el parapeto de la  pantalla política del bipartidismo;  pues  solo devolviendo a la democracia     su principal signo de identidad podremos contar con la representación  de una  clase  política renovada   capaz de hablar en  idéntico lenguaje que la gente,  y en consecuencia dispuesta  para resolver los problemas reales del conjunto de la ciudadanía.

Ahora que las  circunstancias económicas  han bajado la cartelera del vodevil de la fantasía,  echando por tierra  la solvencia  de una falsa democracia que por mas publicidad engañosa  que se le quiera adjudicar  lo estrepitoso de su fracaso habla por si mismo, al no  satisfacer en lo mas mínimo la protección  de las garantías fundamentales ni asegurar para nada el  bienestar colectivo; ante esta situación tan desigual, y después de contemplar  tan siniestro balance, solo a quien milita en la estupidez  se le puede ocurrir  la desafortunada idea  de seguir prestando apoyo electoral a los activistas  de la  clase política culpable del actual desastre, sin darle  una oportunidad  a la regeneración participada  por  gente  de refresco en  el poder, más íntegra, cualificada, ecuánime  y de probada  honestidad.

Con todo, no debemos olvidar que  aún siendo notorio el desplome del bipartidismo,   su reacción neutralizadora no se hará esperar por   su empeño en proseguir turnándose  en el poder,  y solo desde la conformación de un sujeto político alternativo al neoliberalismo ,   se estará en condiciones conseguir una mayoría suficiente para gobernar, quórum, cuya consecución pasa  forzosamente  por  la unidad  política a través de un Frente Popular como única solución para poder  alcanzar  esa mayoría electoral, y con ello, iniciar un Proceso Constituyente a través del que decidir  el modelo de Estado y las reglas democráticas sobre las que construir   nuestro futuro.

Pero sin llevar a término la referida unidad política, sin la fundación de un bloque político-social de transformación de la sociedad, independientemente,  el mas ventajoso resultado electoral que se logre  seguirá siendo  oxígeno para el bipartidismo.