(Del Libro «La España de Picaporte»)
El 14 y 15 de febrero 2015 quedan en la Historia de Dinamarca teñidos de sangre.
Es de difícil creer; que los países que están sabedores de que en su suelo viven y conviven con el resto de la sociedad que respeta y tiene comportamiento ciudadano, individuos de calaña asesina, se les deje ir a su antojo y luego vengan a lamentarse de que estos cometen asesinatos.
Un centenar de personajes siniestros al parecer son los que contabilizan en suelo de Dinamarca (según noticias de medios informativos). Y como si fuese una banalidad a sabiendas de que el terrorista implicado en el asesinato de las dos personas allí en Copenhague había pasado por la cárcel y su pertenecía a lo radical; disculpan el no activo seguimiento, por tratarse de alguien que no ha estado en países de entrenamiento. Cuando la calle y ciertos antros; son los adecuados para su iniciación en suelo patrio.
Los gobiernos (en este caso el Danés) tiene para con su población el compromiso de protegerla de asesinos. Lo mismo sucede con el Gobierno Francés y el Gobierno Español así como todo Gobierno; sea del punto del Globo que fuere.
Gobiernos que se desperezan y vienen a tocar a rebato cuando los asesinatos ya han sido cometidos. Antes fueron planificados.
Un civil es asesinado el día catorce de febrero en un centro cultural y son heridos tres agentes. El día quince; es asesinado un judío por el hecho cierto de su religiosidad cerca de la Sinagoga de Krystalgade.
Además el extremista; deja heridos a dos agentes.
La parte final es que el asesino es abatido por un policía. Pero como toda versión puede gozar de otro hecho final; esta tuvo continuación.
La colocación de flores en el lugar donde cayó muerto el asesino y su posterior retirada por un supuesto grupo de compañeros en religión que hicieron in situ el rezo.
Acomodarse a la presión de ciertas minorías que han llegado a dominar mayorías es un mal que debe corregirse.
Mientras los calzones les vengan grandes a nuestros dignatarios europeos; la dignidad humana continuará perdiendo identidad e Historia.
Carmen Amigó y Pérez-Mongay
