A través del testamento vital, he dejado muy claro que en mis últimos momentos, no quiero que se me mantenga artificialmente, y que se me facilite el tránsito a una muerte digna y sin dolor.

Lo he hecho, para que así se cumpla mi voluntad, y para evitar a la familia, responsabilidades y decisiones a ciegas.

Y espero que más pronto que tarde, se legalice la eutanasia para acogerme a ella, porque considero que nadie tiene más derecho que yo, a decidir sobre mi propia vida.

Ni el Estado, que en caso de conflicto bélico me obliga a matar o a que me maten; ni por supuesto las Religiones, que tienen a sus espaldas más crímenes que nadie.

Son decisiones mías para mí, y en ningún caso, nunca jamás, para los demás.

El problema es que esta casta política boicotea la legalización de la eutanasia, porque están más vendidos a la Iglesia, que Franco.

Esa es la realidad.

Y ese nacionalcatolicismo encubierto, en un sistema como el nuestro, es un engaño y una traición.

¿Está claro?

Rafael Bueno.

Córdoba.