Con varias generaciones a la espalda, abrazado por milenarias culturas, observo la maldad intrínseca que lleva en sí todo “principio totalitario” que proclama, sin vergüenza, ser moderno y éticamente social.

Jóvenes auxiliares en el mundo educativo izan la bandera revolucionaria de la intransigencia, defenestrando todo aquello que, sin ser conocido y analizado, proclaman demoniaco, ancestral y sin derechos democráticos.

Turbas de ignorancia teledirigida llenan ciudades, calles, instituciones, organismos, familias…, rompiendo todo hilo conductor de concordia y convivencia… sólo es aceptable su “verdad desconocida”, mejor dicho, sus eslóganes bien pagados.

En España contemplamos la modernidad más absurda, al tiempo que virulenta: el catalanismo independentista amasado y conjugado por los García, Martínez, Pérez, López, Sánchez, Rodríguez, muy por delante de aquellos apellidos catalanes más frecuentes Vila, Serra, Martí, Ferrer, Soler y Puig… cebollinos alimentados, que no educados.

Su ideología absolutista pretende, de forma inquisitoria, lanzarse al vacío, ignorado, de una independencia estratégicamente preparada por la élite económica (ésta sí tiene sangre catalana).

Para esa masa española contaminada de catalanismo mentiroso, la verdad histórica no les importa, el declive de la sanidad social les trae al pairo, el tejido industrial, base de su prosperidad, no les quita el sueño… sólo la “mentira bien pagada” les ha llevado a renegar de su tierra, de su sangre y de su verdadera historia.

Lo peor es que sin conocimiento ni programas de futuro se atreven a imponer la INQUISICIÓN IDEOLÓGICA… o conmigo o contra mí. Para ellos la realidad o verdad histórica de los demás hay que quemarla en la hoguera del fanatismo.

Señores García, Martínez, Pérez, López, Sánchez, Rodríguez… Vivir, vivir, viven los Vila, Serra, Martí, Ferrer, Soler y Puig… ¡Abran los ojos!… ¿No se dan cuenta que siguen siendo los pobres criados de los señoritos?…

En España el suicidio está prohibido pero, de vez en cuando, algunos se tiran por la ventana, se pegan un tiro, dejando una carta llena de motivos… Me gustaría ver la suya.

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