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julio 2015

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¿DE QUÉ ME SIRVE SER AGRADECIDO?

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El 17/06/1990 (tenía 21 años) tuve la fatalidad de tener un accidente de circulación muy grave y a la vez tuve la inmensa suerte de “caer en las manos” de la Seguridad Social que me salvó la vida.

Tras agotar le periodo de ILT (seis años desde el inicio de la baja) y sin estar curado todavía, me dieron el alta (por las secuelas del accidente, de las que de algunas todavía me medico, nunca más he podido volver a trabajar de la profesión que tenía en el momento de sufrir el accidente).

Para el reconocimiento de la invalidez pasé una “exhaustiva revisión” en un tribunal médico que NI SE LEVANTÓ DE LA MESA PARA EVALUARME.

Tras el paso por ese grupo de amigos a los que se les llama “tribunal” contraté los servicios de un abogado para que me gestionara la petición de invalidez permanente total a la Seguridad Social. Lo hizo mal adrede, presuntamente, para que al cabo de un año tuviera que volver a pedirla y así cobrarme los honorarios nuevamente.

Mientras esperaba ese año, reflexioné y decidí que, mientras pudiera valerme por mi mismo, no quería abusar de la entidad que me salvó la vida y opté por no recurrir la invalidez. Ahora que podría irme a buscar trabajo ha llegado el momento de no poder “competir” con el resto de la gente. Las secuelas no reconocidas incomprensiblemente por la Seguridad social nunca me han permitido volver a trabajar de lo mismo que antes (aprovecho para recordar al tribunal médico y al juez que me denegaron la invalidez que eso es un ejemplo de libro de lo que es un invalidez permanente total para la profesión habitual), y ahora que hay crisis estoy muy limitado por lo que se me ha reducido muchísimo el abanico de posibilidades para poder ir a trabajar a cualquier sitio. No puedo hacer lo mismo que el resto de la gente.

He intentado que, con mucho retraso porque ahora no lo he necesitado, que la Seguridad Social me reconozca una invalidez que me tenía que haber concedido y que le ha ahorrado 19 años de prestación y ahora me piden que demuestre que no puedo hacer la profesión que estoy haciendo ahora, la que me he tenido que buscar que es compatible con las secuelas que todavía arrastro, y arrastraré de por vida.

Conclusión: fui agradecido con la Seguridad Social y ese agradecimiento ha sido mi perdición pues, según parece, tenía que haber abusado de ella para haber hecho las cosas “correctamente” y no tener que arrepentirme de no haberme aprovechado de ella tan pronto como me fue posible. He ahorrado 19 años de prestación a la Seguridad Social porque entonces pude arreglármelas solo y parece que tengo que arrepentirme por no haberme aprovechado de ella. Soy buena persona y eso me ha perjudicado. Se da la curiosa coincidencia que la Seguridad Social me ha salvado la vida por un lado y por el otro me ha dejado tirado … por ser agradecido. ¡Qué mundo!


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