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junio 2015

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El urbanismo en ‘stand-by’

Publicado por , Posteado enOpinión

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El mayor obstáculo para evolución municipal radica en la continuidad de un obsolescente modelo urbanístico, que solo tendrá solución, desde la acción combinada de medidas de desarrollo económico y social con políticas de cohesión territorial.

A la hora de establecer  los recién conformados   «ayuntamientos de   progreso», aún y cuando entre sus integrantes a efectos programáticos fusionaron sensibilidades políticas de afinidad, durante  el proceso constitutivo, el gran ausente fue sin duda el urbanismo, y eso, a pesar que desde  el estallido de la crisis en el 2007 la quiebra del modelo que nos condujo a  ella   se hizo mas patente como    la disfunción territorial más  evidente, y cuando en razón a ello, desde un análisis crítico de la situación los nuevos regidores  municipales  debieran  tomar encuentro con la realidad adjudicando  especial protagonismo al establecimiento  de instrumentos y estilos alternativos  de planificación urbanística, la realidad fue que  contra todo pronóstico  las cosas discurrieron por derroteros opuestos.

Pues en vez de proceder en consecuencia,   prefirieron no hacer lectura de  las causas  que ocasionaron la actual «eutanasia urbanística», no entrando  por tanto en  el fondo de la cuestión, renunciando así  a la necesaria catarsis que con  carácter   ineludible habría que afrontar políticamente  para afianzar con solvencia un modelo urbanístico de futuro, planteado acorde  a la realidad del momento,    y por tanto, diametralmente divergente con el  estereotipo del urbanismo mercantilista de épocas pretéritas, resultando tal actitud  además de un error de estrategia,  una sordidez política, pues difícilmente se puede hablar de cambios y progreso en la esfera municipal cuando institucionalmente  se mantiene vigente el modelo urbanístico desencadenante del   escenario de la crisis  que estamos a padecer.

Por mas maximalismos que se esgriman, cumple afirmar  que sin mediar como  apremiante un cambio de perspectiva acerca de la innovación política en el territorio y el urbanismo, es impensable un cambio efectivo en el hacer  municipal, pues para que tal objetivo  pueda llevarse a término  no basta con alardear   de conciencia progresista  al ser necesario previamente un ejercicio de correspondencia para  lograr la traducción efectiva de planteamientos, a través de la puesta en práctica  de   políticas sobre ordenación del suelo que desde la transversalidad contengan ingredientes participativos que permitan aflorar  nuevos modelos de gestión   y una dialéctica  urbanística renovada; pues sin darse  esa premisa, huelga decir, que  toda retórica  sobre el cambio en la función política,   mas que hacerse visible pasará a formar parte de la esterilidad.

Lo que quiero decir, es que para llevar a término  el cambio político en la esfera  municipal, no basta con proclamas de intenciones, pues  la cosa ha de ir mas allá, toda vez que  la  agenda hacia la evolución   demanda de forma seria   tomar conocimiento preciso de la situación promoviendo  al efecto  las modificaciones y revisiones necesarias en evitación que la  legislación de un urbanismo obsoleto  interrumpa el proceso de renovación política. Riesgo evidente  como pone de manifiesto la continuidad de la  totalidad de las figuras del actual  planeamiento  genuino, que por su desfase  con la  realidad  limitan toda iniciativa  de renovación en el ámbito  local, convirtiendo  su contenido    en meros inventarios  catastrales con exclusiva   finalidad recaudatoria,   que en la mayoría de los casos se hace marcadamente ostensible  cuando su inadecuación delata que  los valores impositivos  superan con creces a las propias tasaciones  de mercado.

Para el cambio en la esfera local, es necesario afrontar las revisiones necesarias en evitación que la legislación de un urbanismo obsoleto interrumpa el proceso de renovación política

Es por eso que actualmente el urbanismo atraviesa  sus horas más bajas desde la transición y no tan solo por la contracción  impelida  por la crisis en su actividad, sino especialmente,   por el empeño de seguir  manteniendo  operativo en el tiempo el  agotado modelo de un  crecimiento desaforado, cuando la inexistente presión urbanística recomienda  justo lo contrario,   toda vez que  el alcance de su contenido difiere en los sustancial   de ser coherente con la reactivación económica como también con las necesidades  de la  ciudadanía.  Siendo por eso que ahora, sin que  quepa dilación, toque recuperar el tiempo perdido y corregir los errores llevados a cabo al amparo del urbanismo desarrollista de épocas pretéritas, afrontando al efecto, un cambio de patrón urbanístico y de intervención  territorial que por su condición resolutiva permita  el mayor aprovechamiento de los recursos de su ámbito  y reduzca a la  mínima expresión sus efectos  negativos.

Queda visto  que la actual crisis urbanística  es sobre todo  una crisis social y política, que como tal  se ha de combatir y erradicar, por eso  que en  tiempos tan revueltos como los presentes, de grandes dudas y casi parálisis,  la inacción participativa resulta ser el peor de los aliados, siendo necesario mas que nunca la puesta en marcha  de un modelo  urbanístico  alternativo, la entrada en escena de  una ética diferente en  la planificación de soluciones y que la ciudadanía tenga garantizada participación en la construcción de su propio  futuro.

De ahí la consecuencia de fusionar en los respectivos Programas de Actuación Urbanística del planeamiento resultante, cuantas iniciativas de índole municipal sean posible incorporar como  directivas programáticas,  prescindiendo así de la mala praxis de  los cabos sueltos  que caracterizan el  inicio del mandato de unas corporaciones  que por su condición progresista, debieran ser un ejemplo de severidad.



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