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noviembre 2014

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¡(¿Viva?) la Mediocridad!

Publicado por , Posteado enOpinión

Vivimos en una sociedad en la que los valores, la ética y la moral, no tienen cabida. No se puede confiar en muchas personas, ya que la honradez y honestidad son fácilmente cuestionables, pero más difíciles de encontrar. Pensemos en esta sociedad como un conjunto de animales. Siempre hay animales más inteligentes que otros, o más rápidos, o más hábiles… En ella, es imprescindible aprovechar las capacidades que se poseen para poder sobrevivir. Así ha sido siempre. Pero, actualmente, hay especies en peligro de extinción. Y con esto no me refiero al lince ibérico o a los burros, que por desgracia sí se ven en este riesgo. Me refiero a las personas que destacan.
Hoy en día, destacar significa correr un riesgo de exclusión en muchas situaciones, ya que en muchas ocasiones no son aceptadas las personas “diferentes”. Y yo me pregunto… ¿Diferentes a quién? ¿Respecto a qué? ¿Es que todos debemos ser un rebaño? “¡Venga, todos al rebaño! ¡Tened cuidado, no vayáis a ser demasiado inteligentes, o más hábiles, o más capacitados que otros para hacer ciertas cosas! No seamos más gruesos, o más delgados de lo que deberíamos. Mucho cuidado con el corte de pelo, o la ropa, o la forma de hablar y de expresarnos, no nos vaya a diferenciar del resto”. Vayamos todos acompasados, en perfecta… ¿armonía?
No, armonía no. En perfecta desdicha. Pues no es más armoniosa la sinfonía musical que mantiene constante su tono, timbre o intensidad. Más bien esto sería aburrido. Necesitamos variedad. ¿Acaso podríamos vivir en una sociedad en la que todo el mundo fuese profesor? No habría alumnos a los que enseñar, o médicos para la asistencia. O una sociedad en la que todo el mundo se dedicase a trabajar en la venta al público. ¿Quién produciría los productos para dicha venta? Es decir, necesitamos diversidad.

Es necesaria la diferencia entre las personas. No podemos ser un rebaño, ser, actuar, estar, vestir, hablar o pensar igual.
Hemos oído muchas veces eso de “ser nosotros mismos”, pero ¿qué es eso? Muchas personas se encontrarían desorientadas sin sus “modelos a seguir”, que se han vuelto modelos de obligada imitación.
Aquel que destaca por tener unas capacidades diferentes (o por darles diferente uso), puede sufrir un efecto social negativo. No todo el mundo acepta que alguien le supere en algo, cosa que siempre nos pasará a todos en algún ámbito de la vida.
Todos tenemos capacidades, distintas, pero con un gran potencial si las sabemos emplear. No obstante, sigue existiendo a un nivel preocupante la envidia, que domina a una gran parte de la sociedad. Debemos preocuparnos de potenciar y emplear positivamente nuestras capacidades, y no de hacer sombra a los demás. “Levantemos” a todos los que sean capaces de lograr grandes y pequeñas cosas en la vida, en vez de hundirlos. Muchas veces, se prefiere estar al nivel de otro hundiéndole a él hasta el propio en vez de esforzarse por alcanzarle o, al menos, intentarlo. Esto se llama mediocridad.

          

Pasamos horas y horas absortos en teléfonos móviles, televisiones, ordenadores… pantallas en general. Pero los libros cada vez se abandonan más. Nuestra comunicación pierde todo su sentido, ya que las conversaciones apenas se entablan físicamente, pero sí usando la tecnología como canal. Pongamos un ejemplo: Un grupo de amigos que no se ven muy a menudo, se encuentran reunidos en un salón. Suena el teléfono. Por supuesto, el teléfono hay que cogerlo, dando más importancia a alguien al que se podrá llamar en otro momento que a los que están reunidos con el receptor de la llamada, y a los cuales este no verá en mucho tiempo. El momento de reunión, pasa; hay que vivir los momentos. Y ya los smartphones y sus aplicaciones de mensajería instantánea, así como redes sociales, son la perdición de esos valores. Acostumbrados a los emoticonos, olvidamos lo que es un beso o un abrazo real. Esto se llama mediocridad.

Dice Antonio Fraguas, más conocido como Forges, en su artículo “El triunfo de los mediocres”: “Es Mediocre un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza. Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad. Es Mediocre un país, a qué negarlo, que, para lucir sin complejos su enseña nacional, necesita la motivación de algún éxito deportivo.”
¡Y cuánta razón tiene, y qué pena que así sea!

¿De verdad queremos ser eso, una sociedad de burros dominados por la mediocridad? ¿Un rebaño de ovejas cuyos pastores son los más tontos y cuyos alimentos son la estupidez, la ignorancia y la sumisión de la inteligencia?  Pensémoslo, ahora que aún sabemos, antes de que sea tarde y  se extinga el ser humano, o al menos el homo sapiens.

Por suerte o por desgracia, está en nuestras manos cambiarlo. Aunque pensándolo bien, ¿para qué esforzarse, si nadie lo hace?

Gracias por acompañarme en esta reflexión.
Juanjo García Amorós


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