Cartas al Director

Tu voz en la Red

Partido Popular (PP) Archive

viernes

31

enero 2014

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A vueltas con la democracia orgánica

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Sablazo

Robarle  tiempo al tiempo, es el título de un bolero romántico, muy en boga,   que con maestría  interpreta Café Quijano, pero también  habría de ser el empeño que debiera  de imponerse todo político para llevar a buen   término los  compromisos electorales  que le condujeron al poder, margen merecido  siempre que  su discurso se sustente invariable, pues si pasadas las elecciones decidiese mudar de mensaje, es obvio  que mas que robarle tiempo al tiempo,  lo suyo  sin la mínima  moratoria,  sería que liase  los  bártulos   llevando consigo la composición  de su partitura apócrifa  como fondo musical  a la  merecida marcha que le acompañe  en la  dimisión.

Es de señalar que en política, contra inconsecuentes pretensiones,  la legitimidad  democrática  tan solo la otorgan las urnas cuando políticamente se mantienen las obligaciones  contraídas en el proceso electoral, sin alteraciones, involuciones  ni   adulteraciones clandestinas, y solo quien satisfaga esa prevalencia  puede arrogarse autenticidad representativa, debiendo ser desalojados de la vida política aquellos que  no afiancen esta premisa; pues por integridad y limpieza democrática, no debe ser  ejercido el  poder por quien lo  alcanza mediante  malas prácticas o a través del  estraperlo electoral.

Cuando esto ocurre  no  han de caber tolerancias,  siendo obligado entonces tomar implicación activa  para  el restablecimiento de una   cultura electoral  sustentada en valores, reglas y principios, cuya primera medida  por salud democrática,  debe consistir  en  consumar  la eliminación y  el  relevo  de quienes tienen por  todo  ideario la mala praxis de ejercer   políticamente como  infames y embaucadores.

Todo esto viene a colación porque,   el PP a pesar de que  la Ley de Partidos, establece  que los programas electorales tienen que cumplir la Constitución,  lo cierto es,  que  en las elecciones de Noviembre de 2011, con el claro objetivo de modificar la opinión pública y de esta manera vencer  en  dichas elecciones y hacerse con el Gobierno del  país, no dudó  en mentir descaradamente por medio de un falso  programa electoral, hecho, que limitó la recepción a una información veraz, y tal impedimento supuso la vulneración de los derechos fundamentales establecidos tanto en el artículo 20.1.d como  por extensión en  el artículo 23.1 de la Constitución.

Habiendo de añadir a ello  que aquella maniobra además de   coartar la libertad de elegir libremente a los representantes  ciudadanos, tuvo por  agravante añadido, que fue el ahora renegado  Rajoy, quien  como candidato, comprometió ante los electores que aquel programa electoral  sustentaría  su acción de Gobierno; resultando por tanto una afrenta democrática que quien no limitó sus actos al acatamiento  de la Constitución  venga ahora a erigirse en adalid de la misma,  y para mas desvergüenza, tenga la osadía de arrogarse  legitimidad de representación.

Pero si grave fue la emisión de falsa información  para ventajosa obtención  de rendimientos electorales, mucho mas tortuoso  fue traicionar al electorado haciendo transitar  aquellos   votos robados en el pútrido instrumento de las urnas, en dirección opuesta a su propósito,   y así en una  faena  de devaluación democrática   en vez de satisfacer el mandato popular  contra todo  pronóstico fueron  usados  para favorecer las turbias maniobras de los  poderes fácticos  y de los mercados financieros. O quizás seria mas acertado decir, si me permiten la hipérbole, que este Gobierno nos está conduciendo  a la involución, por cuanto  sus prácticas políticas  mas que ajustadas a reglas   democráticas  son  el tránsito directo hacia  episodios  del  mas severo  franquismo.

Con la estulticia de sus  dirigentes y  el desvarío  político, de forma irresponsable,  el PP está  promoviendo el derecho de insurrección,   pues el expolio generalizado hace que  al pueblo damnificado,   harto de ninguneos, se le agote la paciencia y  exteriorice su indignación  como reacción  correctiva hacia quien a propio intento, opta por hundir  un proyecto de país  en favor  de  un proyecto de poder, y cuando en razón a ello  la tensión se torna extrema, y el Gobierno con sus políticas insiste en contravenir el orden constitucional, en ese momento, más allá de la simple manifestación de descontento,  a los afectados  les asiste pleno derecho a  la desobediencia y a la insurrección al objeto de  restituir el orden alterado por esa transgresión, toda vez  que con la Constitución en la mano,  las drásticas políticas del ejecutivo de Rajoy estarían fuera de la ley.

Cuando después de  engañar al electorado, las consecuencias del desfalco democrático afectan perniciosamente a derechos fundamentales de la ciudadanía  como   el  trabajo, la educación  y la sanidad, únicamente  un infame  en vez de proceder en enmienda,  intenta aplacar  la rebeldía a través del palo y tente tieso   de una  ley «mordaza»,  proceder característico de quien decide  sustentarse en el poder  a base  de represión; una deriva  involucionista   que ningún demócrata que se precie debe estar  dispuesto a transigir.


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viernes

10

enero 2014

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Un país en apócrifa reactivación

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Como opción personal, si alguien quiere llevarle la contraria a la realidad, a pesar de lo incorrecto de tal decisión está en su derecho de hacerlo, por cuanto se trata de un ejercicio de libre albedrío y sobre todo de una práctica muy servicial para quien le plazca actuar como un completo zopenco o le agrade tirar de la quimera para satisfacer su vanidad; ahora bien, una cosa es el narcisismo disoluto y otra distinta elevar el egocentrismo enfermizo a rango doctrinal para hacer tragar a los demás con tan anacrónica excentricidad, y esto por increíble que resulte es la tendencia que viene siguiendo el PP y sus acólitos cuando a través de artificios, intentan vendernos humo, engañosamente etiquetado de aparente realidad.

Es perceptible que quien en su día utilizó las malas prácticas y la mentira para acceder al poder , actualmente por aquello del afianzamiento, mas que mudar de hábitos mantenga idéntico proceder, pues si así no fuera la seriedad se haría notar en la función del actual Ejecutivo, y sin embargo, lejos de todo cambio , cuando el país sigue en caída libre, los miembros del gabinete con Rajoy al frente optan por la artimaña de invertir la realidad de los hechos camuflando una nueva etapa de recortes tras un anunciado advenimiento de reactivación, proclama, que por inverosímil hace que percibamos con mas intensidad si cabe, que el futuro del país mas que estar en manos de unos dirigentes de solvencia probada está a expensas de la temeridad que instruye un hatajo de completos incompetentes que sin ser solución a nada si acentúan complejidad a la situación.

Por tanto, no se deben silenciar actitudes engañosas de quienes se dedican a alimentar falsas expectativas versionando a su antojo la realidad, pues en la actual coyuntura, mientras se mantengan la simulación como práctica política es harto improbable que pueda darse el mínimo síntoma de reactivación, y eso es así por mas mensajes subliminales que difunda un estrafalario Rajoy, por cuanto, intentar cambiar el país asumiendo como propias las directrices impuestas por los mercados financieros, mas que preservar el funcionamiento positivo de la economía es apostar por su retracción, siendo tal práctica un distintivo de quien voluntariamente, a espaldas de sus electores, ejerce gustosamente como hijo adoptivo de los progenitores de la crisis.

Cuando la estructura productiva del país se hunde en la vorágine causada por los artífices de la regresión económica, es una entelequia del PP anunciar visos de solución, y cuando ello se produce en un escenario como el actual donde cada día cierran alrededor de 200 pequeñas y medianas empresas y se destruyen 2.300 puestos de trabajo, entonces, sostener tal afirmación se ha de percibir como una falacia con ánimo tergiversador, cuya única finalidad no es otra que escabullir el fracaso de sus políticas de reactivación como lo indican las 680.000 firmas mercantiles que han cesado su actividad y las 994.000 personas que han perdido el empleo, y todo, durante el bienio negro del mandato conservador, deterioro laboral al que en idéntico periodo hay que añadir los 198.000 jóvenes dados de baja del paro por su «espíritu aventurero», por ese impulso a la excursión que durante años, equívocadamente, mal llamábamos emigración.

Mientras esto ocurre y la cultura de la producción y el empleo sigue a ras de suelo, su antónima, la «economía de casino» no cesa de festejar excedidos beneficios y desorbitados estipendios especulativos, logrados, a costa de apropiarse del producto de una arbitraria austeridad y de los recortes aplicados a la política de bienestar, siendo un referente de tan escandaloso escamoteo la ventajosa situación de la banca genuina, quien en coincidencia con el rescate europeo de 41.000 millones y al mismo tiempo de recibir la inyección de 108.361 millones de ayudas públicas, tan solo en el año 2013 llegó a duplicar sus beneficios embolsando hasta el tercer trimestre la nada desdeñable cuantía de 6.702 millones de euros.

Incoherente paradoja, máxime si este resultado se produce cuando la banca cierra el grifo a las empresas y lo abre a las Administraciones Públicas a través de una desacertada decisión de parcialidad económica, por cuanto al dar preferencia a ese vuelco, nueve de cada diez empresas se vieron ahogadas por la restricción crediticia de esas entidades financieras a las que el Gobierno por permisividad ventajista les autoriza que campen a sus anchas al margen de toda regulación, sin guardar disciplina de conducta ni cumplir con el objetivo de su función social.

La gradual deriva del PP hacia postulados de ultra derecha hace que sus políticas por reaccionarias asusten al miedo y apesten a involución, de no ser así, habrían de entender que la verdadera dinamización solo tiene en la economía productiva su aliado natural y que toda versión ajena a esta alianza surtirá efecto contrario al previsto, conduciendo hacia un permanente estado de recesión, complejidad, que motivará que el país siga su ritmo endemoniado hacia el desastre, y todo, por la absurda pretensión de quien intenta poner remedio a la crisis a golpe de una apócrifa reactivación.



jueves

14

noviembre 2013

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Dos años de impostura

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El próximo miércoles se cumple el bienio de la gran impostura, pues fue el 20 de noviembre del 2011 cuando se celebraron las undécimas elecciones generales desde la transición; unos comicios marcados por la asimetría electoral, al ser en esa coincidente jornada, cuando el PP, fraudulentamente, se hizo con el poder de gobierno engatusando a la ciudadanía a través de una oferta programática sustentada en la mentira; y en una democracia que se precie, ello es materia suficiente para precisar que todo triunfo en las urnas sustentado en la falsedad otorga exclusivamente a los vencedores el descrédito de un poder ilegítimo, y por tanto, una jerarquía de nula legalidad.

De ahí que proceda confirmarse que fue una canallada política apropiarse indebidamente de la voluntad popular ofertando lo que el pueblo quería y deseaba escuchar, máxime cuando en su trasfondo de partida, los del séquito de la gaviota, tras una estrategia premeditada escondían su verdadera finalidad, tal era, utilizar sibilinamente la treta electoral del engaño masivo para así cautivar el voto en las urnas, pieza clave en su conquista del poder, y una vez logrado el objetivo, dar el cambiazo para hacer justo todo lo contrario.

Y así fue como a través de la posterior acción de Gobierno, el PP incumplió la totalidad de aquel programa electoral de compromiso, o lo que es lo mismo, rompió unilateralmente aquel contrato social que tenía establecido con la ciudadanía a través de su cuerpo electoral, y ese cúmulo de infracciones, además de una burla sin precedentes contra el electorado, representa una deslegitimación de los resultados obtenidos y una violación del principio de buena fe que a más de imperar en el Derecho, preside la dinámica social, circunstancias que situó la calidad democrática del país bajo mínimos.

Por eso, cuando estamos a las puertas de cumplir dos años de aquel pestífero triunfo electoral del 20-N, lejos del efecto milagroso que preconizaba Rajoy con sus recetas, aquel seísmo electoral del PP, mas que aportar sinergias favorables al futuro del país, causó un «tsunami azul» de consecuencias devastadoras, como lo evidencia la deprimente realidad que nos toca vivir, condición reveladora, conforme, en sus dos años de legislatura el Ejecutivo conservador, no sólo no ha mejorado la situación sino que ha empeorado a pasos agigantados, llegando al extremo de la negación política, de convertirnos en el Estado europeo con peor pronóstico para los próximos cinco años.

Esto empieza ser alarmante en doble sentido, pues si en vez de erradicar la degradación socio – económica, la pintan de color estabilidad, y el ejercicio de la política deja de actuar en defensa del interés ciudadano para convertirse en aliado de los poderes fácticos; entonces cuando esto ocurre, es evidente que la política mas que la solución resulta ser el problema, y si para mayor escarnio, quien ejerce el poder político toma a los electores por imbéciles y sumisos sujetos de sus mentiras, ese protagonista, mas que un gobernante resulta ser un completo provocador. Nefasto papel desempeñado a la perfección por el presidente Rajoy, cuyas prácticas de gobierno anuncian su malévola finalidad, que no es otra, que utilizar el rendimiento que le aportaron las urnas para finalidad distinta a los derechos del electorado, tal es, consolidar la primacía de los mercados financieros y la banca e igualmente recortar las libertades democráticas.

Sobre este bienio del PP al frente del gobierno, el electorado debiera aleccionarse y tirar conclusiones, en el sentido de asumir que tan preocupante es la crisis económica, como la miseria que induce la mentira, toda vez que por mas planteamientos alternativos que se establezcan, sin el acompañamiento de la verdad no hay solución posible, y este condicionante debiera ser un límite insalvable para el desembarco político de demagogos, y un deslinde para mentirosos profesionales metidos a políticos, cuyo único aporte a la sociedad es su degradante actividad como licenciados en la mentira.

Condición característica del gobierno de Rajoy, que por incumplimiento generalizado de su programa electoral ha perdido toda credibilidad, siendo ahora totalmente inverosímil ser creídos aunque digan la verdad; pues en una democracia representativa, dejan de ser fiables quienes acceden al poder mediante la utilización de artificios y embustes, y en este caso, lo sucedido con el gobierno del PP, quiebra el principio de representatividad, cancelando al mismo tiempo la legitimidad que los votantes le habían otorgado, y eso ha de ser así, porque en este caso, la base de relación entre representantes y electorado ha roto en razón al incumplimiento de la representación política, cuyo agravante, es hacer pagar al ciudadano por algo que ni siquiera había votado.

Infame proceder, pues su única finalidad es garantizar un negocio político, tal es instalarse en el poder a través de la utilización del engaño, y por tanto, ante estás prácticas vejatorias a los directos afectados les asiste el legítimo derecho a rebelarse.



viernes

18

octubre 2013

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Unos presupuesto de más recesión

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Lejos de tratarse de una disminución pasajera de la actividad económica, en este país, la recesión se eterniza con el paso del tiempo, y todo, como consecuencia del carácter consustancial de la misma con la defensa que el actual Ejecutivo del PP mantiene en relación a las políticas de austeridad, añadiendo a ello, la complicidad de hacer suyos los intereses particulares de los mercados financieros y la banca, objetivos, que a pesar de su perniciosa influencia, son maquillados con el engañoso afán de otorgarles condición de aparente utilidad para la reactivación económica, así como, excelencias repercutidas para supuesta ventaja del interés general.

Falsificadas e inconsistentes cualidades, pues si evidente fue el papel de la banca y los mercados financieros como principales causantes de la crisis, no es menos cierto, que la estricta austeridad no hizo mas que acrecentar la dimensión de la misma al impedir toda probabilidad de reactivación y crecimiento.

De ahí que, ante la prevalencia de tan embaucadores propósitos, solo quepa calificar como parodia las afirmaciones de acompañamiento realizadas por destacados miembros del Gobierno, cuando, sin reparo ni continencia, a viva voz, manifiestan que los Presupuestos Generales del Estado – (PGE 2014), marcan el fin de la recesión, el arranque de la reactivación económica y la demostración que las políticas del gobierno están dando sus frutos. Excesivo disparate para un solo titular, y además, muestra evidente que no solo sufrimos una crisis económica, sino que, también padecemos una crisis dirigente, la protagonizada por unos confabulados políticos, que faltos de todo remedio, prosiguen ahora con la frívola obsesión de invertir con falsedades la realidad de una compleja situación.

Sumidos en el periodo mas crítico de la historia reciente, cuando despuésde las drásticas medidas de ajuste en la esfera social, correspondería darle una oportunidad a las políticas de crecimiento, lejos de versiones opuestas, el gobierno del Partido Popular (PP), mantiene su obstinación de proseguir con la reducción del gasto público y la profundización en el sistema neoliberal, y esa que no otra, es la verdadera interpretación que se desprende del proyecto de estas cuentas anuales, que para nada son expresivas de poder dejar atrás la recesión.

Resultando obligado confirmar que estamos ante un documento presupuestario en clave continuista, exento de cambios sustanciales, sin expresión innovadora, ni modelo conductor a la transformación económica; siendo su nota dominante el vacío de planteamientos alternativos a la crisis; condición indicativa que pone de manifiesto que este proyecto de presupuestos, sin establecer solución alguna a la problemática actual, si recalca la gravedad de un futuro poco esperanzador, y eso es así, por mas difusión que prediquen esos iluminados que contra la dominante oscuridad anuncian percibir luz al final del túnel.

Suprimiendo toda proclama publicitaria de apología a la confusión, es manifiesto que, el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2014, en lo que al aspecto de la economía productiva se refiere, no establece contención a la evolución de la crisis, y tal carencia es sin duda el mayor freno para la reactivación y la generación de empleo; aspecto agravado en mayor medida, al ignorar en su contenido la obligada transformación que precisa el modelo productivo, como imprescindible remedio para cimentar un renovado y alternativo modelo de desarrollo; carencia acrecentada con la desatención a las necesidades en I+D+i civil, cuya consideración resulta inevitable, para lograr la necesaria correlación entre el posicionamiento competitivo y el impulso a la innovación.

Habiendo de acumular a lo anterior, la total carencia de medidas para la estimulación del crédito, cuya fluidez, es imprescindible para alentar el crecimiento sostenible; al igual, que para la pervivencia y estabilidad del las pymes y autónomos que conforman la hoy debilitada estructura productiva.

Singular limitación, máxime, cuando actualmente es el propio Gobierno quien ostenta la propiedad de la tercera parte de todo el sistema financiero del país.

De ahí que aparte de no merecer ni la mínima credibilidad, resulte un completo contrasentido definir como presupuestos de la «recuperación», aquellos que además de seguir ahondando en los recortes, cierran el circuito del crecimiento y la expansión.

Unos presupuestos como los presentes, que llevan impreso el marchamo de la economía especulativa en su portada y la letra de los mercados financieros y la banca en su redacción, obviamente, no contienen directivas de estimulo para recuperar la función social de la economía, pero si impulsos a las políticas de austeridad que defiende el Partido Popular (PP) y que tan buenos resultados depara a sus protegidos, que en síntesis no son otros que los verdaderos instigadores de la situación.