Cartas al Director

A la Sanidad pedimos la inmensa mayoría de veces algo similar a una píldora mágica, que nos pueda permitir seguir en la loca carrera en la que estamos.
Aunque nuestro motor vaya gripado y pierda aceite, la prisa no nos deja parar, impidiendo darnos cuenta de lo que hacemos mal y está en el origen mismo de nuestras enfermedades.
El esfuerzo de los responsables del Sistema Sanitario –-y no les culpo a ellos, en absoluto– ha sido intentar facilitar las cosas homogeneizando pacientes y procesos (con la Gran Industria del Medicamento frotándose las manos POR DETRÁS), lo que nos ha llevado a creer MÁS en remedios externos, en soluciones rápidas y estandarizadas, válidas para todos los casos por igual.
Hemos interiorizado que las soluciones a nuestros males nos vienen, o nos las sirven, desde fuera desconectándonos así de nuestra propia responsabilidad en la materia, de nuestra reflexión sobre la forma de vivir nuestras vidas.
A los profesionales de la Sanidad, para colmo, se les ha dividido cada día más y sobrecargado con tareas puramente administrativas. Hemos sido introducidos en un Super-Control que homogeniza pacientes y los hace iguales. Sujetos a terapias similares. Medicamentosas en su mayoría, por supuesto.
El individuo, el ser humano, de manera sutil ha sido… digamos que cosificado. Por otra parte, como en otras áreas de la sociedad, la localización del poder y de las decisiones se ha concentrado en unos pocos, los famosos “expertos”. Todo ello está llevando a los profesionales a actuar, en general, como seres sumisos y robotizados en contra de sus necesidades, lo que ha aumentado en este gremio, como en la sociedad en general los niveles de estrés, presionados como estamos cada vez más desde distintos ángulos y sin tiempo para aplicar nuestro buen, imprescindible criterio.

PD: Hablaré, en otra entrega, de propuestas