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noviembre 2016

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1978 – 2016, Historia realista de una convivencia

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Es doloroso contemplar que las realidades de nuestra historia, las buenas, las mediocres, incluso las malas, algunas personas, que seguro no sabrían decir los ríos de España y mucho menos los millones de ilusiones que llenan los cementerios, quieran, ahora, despreciar esas realidades, mancillarlas y transmitirlas con ruindad moral.

Ciertas personas, aprovechando los púlpitos que la democracia, conquistada por todos, pone a su disposición, escupen veneno, mezcla de odio, de rencor, de impotencia personal, de bajeza moral y, sobre todo, veneno impregnado de dogmatismos absolutistas, culpables de millones y millones de muertos en el siglo XX.

Medios de comunicación de todo tipo que fabrican audiencias generalistas, sin capacidad de respuesta y sin capacidad de análisis, son su campo de batalla, tierra libre y facilona…

Ahora, resulta, que ciertas personas, escaladores políticos, ascensoristas de partidos, controlados a distancia, robots mecanizados, sin historia, sin cultura, tele-marketing…, resulta, que esas personas, levantando el “dedo de E.T., el extraterrestre”, condenan, perdonan, marcan de azul o de amarillo, apartan y, escandalosamente, se lanzan, hipócritamente,  a los brazos del “pacto de Tinell”.

Pedro, ahora llamado Sánchez, defenestrado por culpa de su “órdago a la historia de la convivencia”, amenaza con volver para terminar su obra, quemando las naves y así conseguir, para él, lo único provechoso de sus famosas primarias: “el cuadro de la ESTULTICIA, ignorancia, necedad y estupidez de una persona”.

Yo, padre Pablo Iglesias, me confieso y declaro, arrepentido, haberme equivocado creyendo que las cabezas de los partidos eran “pensantes”, “éticas” y “honradas políticamente”

Siguiendo su ejemplo, tomaré los trenes de cercanías, con bono de la tercera edad, recorreré España para exigir primarias, primarias limpias, con dos condiciones, “sine qua non”:

La primera NO ENGAÑAR, la segunda NO SEGUIR ENGAÑANDO.

Padre Pablo, le pido la absolución y la penitencia:

¡Hijo mío!, yo te perdono, aunque sea tarde; como penitencia promete no leer más cuentos y no tirar piedras contra tu propio tejado, ¡tonto el bote!



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