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mayo 2012

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La Torre Pelli en Sevilla

Publicado por , Posteado enAyuntamientos, Sevilla, Opinión

Vivo en un piso décimo en Sevilla. Desde las ventanas orientadas al Norte puedo ver, como lujo de una casa de esta ciudad, la silueta de la Giralda. También, mirando hacia la izquierda de dicho panorama, esto es, a Triana y a la Cartuja, puedo ver el horizonte formado por los tejados y azoteas del caserío que las rodea. Detrás de él, como hermoso escenario de fondo, se ve el campo en donde asoman las lomas de Camas que un día fueron los “fines Tarthessorum”, lugar famoso por el oro que allí se llegaba a cincelar. Pues bien, desde hace unas semanas empezaron a recortarse por encima de ese skyline unas altas grúas que hacían presagiar que, tras ellas, vendría la construcción del edificio al que servían. Éste no es otra -como habrán adivinado- que la Torre Pelli.
Así empezó tímidamente a despuntar el monstruo que se estaba gestando y a mostrarse entonces unos, -a mi vista, todavía minúsculos- encofrados, que, día a día, y cada vez más velozmente y sin pausa, crecen y crecen, temiendo la improbable llegada de la hoz que cercene el engendro. Su color gris verdoso y la disposición paralela de sus pisos aún sin cerramientos la asemeja a un grueso y enorme reptil que, como las serpientes de los encantadores, se va irguiendo más y más sobre el solar cartujano. La perspectiva de visión desde ese observatorio hace presentir que, si hoy (con sus veintitantas plantas ya construidas) su imagen virtual cubre un tercio de la altura del alféizar, cuando alcance sus previstas cuarenta y tres plantas, cubrirá por completo el campo total del mismo, dejándome plantada en mi paisaje una gigantesca figura que desbancará por estatura a la hasta ahora dueña de los cielos de Sevilla, y afeará para siempre la vista de la que disfrutaba. Veo así el rápido paso del tiempo al comprobar la velocidad vertiginosa de esa construcción en tres turnos de ocho horas –dicen- en la que uno imagina a los propietarios promotores de la misma, riéndose de cómo las Administraciones responsables se enzarzan entre las churras de la Unesco y las merinas de las licencias administrativas concedidas, seguros de que cuanto más dure la bizantina discusión, la casa seguirá sin barrer (o mejor, tumbar) la torre, y también de que ellos (en un caso cada vez más improbable y lejano) pondrán la mano para recibir la cada día mayor indemnización. La paralítica ciudad de Sevilla, al paso que van las cosas, cabalgando sobre tortugas como en la fuente de la Puerta Jerez, perderá así la mejor referencia visual de su identidad, la Giralda, la Turris Fortissima, que se empequeñecerá y perderá su carácter señero frente a la intrusa. Ya no llamará la Giralda la atención cuando se la vea bajando por la Cuesta del Caracol, por la Autovía de Andalucía desde Tomares o por la bajada por Salteras y Valencina hasta La Pañoleta.
Será entonces la ocasión de acordarse de las advertencias al respecto de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) y serán sus miembros los que, desde las alturas, podrán ver mejor que nadie la estaca que va a quedar clavada, si nadie lo remedia, en el costado de Triana.