Cartas al Director

Quiero destacar en primer lugar y en honor a la verdad, que la gran mayoría de los cordobeses son muy buena gente, pero con el gran inconveniente de permanecer ciegos, sordos y mudos.
Y como está dicho: “para que el mal triunfe, basta con que la gente buena no haga nada”.
Después están los de la “Indiocracia” que por querer aparentar en vano, pertenecer a la Aristocracia, se pasan la vida haciendo el indio. Éstos son unos pobres idiotas, pero no suelen ser malos, porque en definitiva sólo se engañan ellos mismo.
Pero el gran cáncer de Córdoba son “los imitadores de caciques”.
Ahí está la gran lacra cordobita.
Porque si un cacique es malo, muchíííísimo peor es un vasallo ignorante recién despiojado y muerto de hambre, imitando a un cacique.
Son de una miseria humana increíble, arrastrándose como una culebra y ejerciendo de chivato y sicario ante los de arriba, e intentando pisotear y humillar a los de abajo, si los tienen.
Practican el “cuanto peor, mejor” ya que ante la imposibilidad de sobresalir ellos por méritos propios, quieren hundirlo todo a su alrededor.
Si, el típico “que se quede mi vecino ciego, aunque yo me quede tuerto”. Y por culpa de estos h. de p. mal nacidos, o mejor dicho, mal cagados, nos dicen por ahí eso de “Cordobés y hombre de bien, no puede ser”, y que “el mejor negocio del mundo es comprar a un cordobés por lo que vale, para después venderlo por lo que él dice que vale”.
¿Por qué no echamos de Córdoba a esta casta tan perjudicial para todos, que encima son una minoría?
O continuamos ciegos, sordos y mudos, dejando que todo se hunda cada vez más.

Rafael Bueno.

Córdoba

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