Cartas al Director

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domingo

3

junio 2012

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Dentro de diez años, todos bajo tierra.

Publicado por , Posteado enSanidad, Carta al Presidente, Salud, Opinión

Los cambios que se están produciendo en este país no dejan de sorprenderme y cada día encuentro en los diarios nuevos motivos para perpetuarme como indignada. El problema es que últimamente vacilo entre la indignación y el miedo.

Todo empezó cuando, haciendo la cama, mi pobre marido se me quedó más torcido que una alcayata. Inquieta, me pregunté cómo iba a llevar a este gigante al ambulatorio, porque a la espalda no podía echármelo; así que llamé a urgencias, que para eso tenemos una sanidad universal, gracias a la señora Mato que la ha hecho universal. Contenta porque me prometieron que el médico de turno lo visitaría una vez terminada su consulta, me quedé a la espera, muy feliz de poder demostrar a mi marido francés que en España, la sanidad de la que siempre me he sentido orgullosa, marcha.

El chasco llegó en lugar del médico cuando cuatro horas más tarde no tuve más que una presurosa voz al teléfono que me dijo perentoriamente: “A ver, soy el doctor B. Han llamado para una consulta en domicilio ¿verdad? ¿Qué le pasa al enfermo? – Pues doctor, eso es lo que me gustaría que usted me dijera, que tiene el título. – ¡Dígame los síntomas! – Pues ahora está en la cama, más tieso que una mojama de Barbate.
Después de recomendarme que lo atiborrara de ibuprofeno aleatoriamente hasta que se perfore el estómago o se cure, me dice que vaya al ambulatorio por el justificante para el trabajo.

Así que le encajo el ibuprofeno, me voy a recoger el justificante pero, error, no llevo su tarjeta sanitaria, aunque sí el número de identificación. Nada, imposible recoger el justificante porque “puedo estar engañando a la administración”. O sea, que por teléfono, sin que el médico vea al paciente ni pueda identificarlo, no hay engaño posible y puede diagnosticarle una lumbalgia aguda y firmarle una baja laboral.
Aunque indignada, me doy cuenta de que podemos cogernos unas vacaciones un día de estos fingiendo al teléfono cualquier dolor, siempre sin olvidar que un amigo de confianza lleve nuestra tarjeta sanitaria para recoger el justificante. Mientras volvía a casa a buscar la tarjeta, pensaba que Don Mariano no nos había hablado de las consultas médicas por teléfono cuando presentó, ni su programa electoral ni sus recortes en la sanidad pública. Es entonces cuando veo con más claridad, si cabe, que hay algo que empieza a ir verdaderamente mal en este país.

Algo había notado leyendo los recortes de los viernes con los que Don Mariano nos obsequia, como si se vengara de los españoles que le negaron dos veces la victoria en las urnas (no quieres lentejas, el plato lleno; hay quien no sabe sobrellevar la humillación). Me indigno cuando oigo a nuestros paternalistas representantes insultarnos y reprendernos como a niños con eso de “a los españoles se les va a acabar el cafelito de las mañanas”, cuando nos recortan los derechos a los trabajadores, cuando condenan a los manifestantes como si fueran capos mafiosos e indemnizan a los banqueros que nos llevan a la quiebra, cuando se habla de transparencia sin competencia borbónica, cuando se amnistía a los defraudadores y se les encubre con una ley de silencio, cuando el poder judicial muestra su dependencia política condenando a los jueces que fisgonean demasiado en la podredumbre del pasado, cuando pisotean los derechos de la educación, y me dicen sin vergüenza que no importa el número de alumnos que haya por clase porque la calidad de la enseñanza permanece intacta, y cuando se apropian del cuarto poder nombrando a dedo al presidente de la pública. Todo eso y más me indigna, pero ayer sobrepasó los límites porque me tuve que callar cuando mi marido me miró y me dijo con toda su ironía amorosa que “es vegdad mi amog, en Espagna tenéis un muy buena sistemo sanitaria, je suis vraiment bouche bée!”

Pero da igual tanta indignación, con esta sanidad, dentro de diez años, todos bajo tierra.

1 Comentario

  1. leon cio

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