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enero 2014

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La corrupcion se niega a abortar

Publicado por , Posteado enOpinión

Corrupción castellano

Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la preocupación de los ciudadanos por la corrupción se consolida como el segundo problema de inquietud tras el paro, sin embargo, aunque el alcance de su envergadura es descomunal, es obligado matizar que al margen de un superior eco mediático, en la actualidad, no existe mayor grado de corrupción que el de tiempos pretéritos; lo que si ocurre, es que ahora la ciudadanía terriblemente afectada en sus propios intereses por el impacto de la crisis y por la repercusión de sus efectos, con manifiesta indignación rechaza asumir como propias las consecuencias trascendidas, y ese que no otro es el motivo de su actual negativa a seguir encubriendo lo que durante tres décadas vino a permitir haciendo mutis por el foro.

En otras palabras, la expresada preocupación de ahora es en exclusiva una actitud de protesta testimonial frente al daño recibido, y por tanto la condena a los extravíos de esta mafia corrupta, salvo en contadas excepciones, es mas un rebote por la influencia de los perjuicios de la crisis económica que una expresión de rebeldía alzada desde una conciencia crítica.

El drama de la corrupción cuyo origen se intenta restringir a unos escándalos de actualidad, va mucho mas allá de tal consideración , pues el hecho cierto es que estamos ante una transferencia del franquismo que después de burlar todos los filtros de la transición logró arraigarse como parte estructural de la democracia, hasta el extremo de consolidar su institucionalización, y eso motivó que desde la oficialidad del nuevo sistema las malas praxis del continuista y siempre dominante poder económico del antiguo régimen (verdadero poder de Estado,) hiciese mella en una clase política disoluta, siendo esa la causa fundamental que ocasionó que en el transcurso de treinta y cinco largos años, al margen de siglas partidistas, la casi totalidad del sistema político del país apareciese abiertamente connotado con la corrupción.

Muestra de ello es la interminable sucesión y diversidad de escándalos que aún con desigual hilván llegaron al extremo de uniformar patrones de distinta identidad, siendo muestra tangible de tal compleja concurrencia el caso Filesa y la trama Gürtel; hitos de referencia de una extendida e inacabable relación de escándalos intermedios (Campeón, Palma Arena, ERE de Andalucía, Malaya, Pokemon, Noós, Pallerols, Brugal, Pretoria….. ), que conjuntamente, sin distingo de implicación hay que circunscribir en una coincidente defraudación de la confianza pública, que en suma es el auténtico punto de arranque de la corrosiva corrupción política, de esa maquinación subversiva que además de devaluar el entusiasmo colectivo por la democracia pone en serio peligro la estabilidad del Estado de Derecho.

Todo un turbio proceder de los representantes institucionales, con la sórdida finalidad de satisfacer su ilegítimo enriquecimiento personal, ánimo lucrativo que al parecer es el único centro de censura de los casos de corrupción, y cuya reprobación desaparece para las mismas voces críticas cuando la infracción cometida reporta algún tipo de ventaja para la comunidad, pues al producirse tal circunstancia, ocurre, que todos los actos de corrupción derivados de una conducta ilegal pasan a tomar condición de inadvertidos o son percibidos como inocuos; todo un exponente de excedida tolerancia que da cabida a comportamientos de doble moral y de adulteración democrática que sin atenuante que valga vienen a delatar la mala pedagogía de nuestra cultura política.

La corrupción no tiene distingos ni color político, y mal vamos si optamos por tomar percepción objetiva de este flagelo al margen de una perspectiva global adjudicando categorías de admisión o reprobación de los hechos de forma aleatoria, pues se mire por donde se quiera, tan corruptos son los numerosos actos de trasfondo lucrativo, como las prácticas de extorsión, sin excluir el favoritismo en la contratación pública o el tan llevado nepotismo, ese trato preferencial reservado a miembros de la familia política sin cualificación de idoneidad para el cargo. No debiendo obviarse además que la corrupción es tanto mas profunda y generalizada cuando se origina en el seno de una sociedad en crisis con una economía en receso e improductiva, lo que en síntesis viene a ser el vivo reflejo de nuestra realidad como país.

Es de precisar por tanto, que desde la instauración de la democracia la degradación política creció en paralelo a una corrupción ascendente, y si quienes ahora manifiestan su malestar critico a través del barómetro de opinión, a tiempo debido hicieran pagar en las urnas las extralimitaciones perpetradas por los culpables, tengan por seguro que además de cerrarle la puerta a la crisis evitaríamos haber llevado la democracia a tan extrema degradación; por ello no caben mas declarativos de lamentación ni distingos de excepción, pues lo suyo y procedente cara a futuros comicios es tomar conciencia del sentido del voto, al solo efecto de instaurar un nuevo orden y evitar así, que por un inadecuado sufragio ciudadano sigan siendo las urnas las obligadas a indultar a los corruptos y a su maldita corrupción.


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