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octubre 2013

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MENSAJES SIN TIEMPO

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MENSAJES SIN TIEMPO

«Si quieres cambiar el mundo, cámbiate primero a ti mismo”, decía Sócrates hace casi 2500 años.
De nada han servido todos los cambios estructurales habidos en todas las sociedades, y bien podemos entender hoy mejor al filósofo griego y su demanda “antigua” de auto-trasformación.
Su sabiduría –mejor preparados como estamos para escucharla hoy en día–, nos sugiere también que no debemos ver las cosas a la manera acostumbrada, sintiéndonos culpables de los errores pasados, o rechazando y maldiciendo lo que hemos sido o somos, sino, muy al contrario, aceptándonos como somos –con nuestra luz y nuestra sombra–, y empezar a caminar cada día desde ahí. Como si el tiempo no existiera y el pasado dejara de pesarnos –al igual que en el mito de Sísifo– como una losa.
El cambio que exige los nuevos tiempos no puede consistir solo en cambiar por fuera, en hacer, pues no podemos confiar en su eficacia si no va parejo a un cambio, al mismo tiempo, en el «ser», en nuesra propia comprensión y trasformación.
Las modificaciones que hagamos deben partir siempre, y al mismo tiempo, de una nueva visión. Un abrir los ojos a la realidad más elevada del ser humano que despega cada día más sus pies del barro y despierta de ese mal sueño en que hemos convertido las relaciones personales, sociales e internacionales.

Creeo que nos equivocaremos, si no dejamos de culpabilizarnos y juzgarnos, y no nos centramos en ese cambio personal del que habla Sócrates, que requiere aprender a perdonarnos y perdonar, para no seguir enredados en la madeja inútil de la culpa.
Elevarnos por encima de los límites físicos y mentales, y sentirnos partes de una realidad común, interrelacionada y misteriosa, que precisan evolucionar superando los retos que nos plantea la existencia.
Retos, no me cabe duda, no exentos de sufrimiento, pero sufrimiento que debe ser entendido no como morboso castigo, sino como una necesidad, inevitable, para, como he dicho, nuestra propia evolución.



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