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julio 2013

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TUAREG. LOS SEÑORES DEL DESIERTO.

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El viejo pueblo del reino del desierto es Tuareg. Que de significado dicen “abandonados”. Amazigh (bereber) promulga su etnia. Y el Tifinagh su alfabeto.
Su población en mayoría nómadas ronda los tres millones y la sensación de que decrece hace al sabio decir: Hace falta que un Pueblo desaparezca para que sepamos que existía”.
El pastoreo de cabras, corderos, vacas y asnos así como el de otro rebaño; el de los camellos proporcionan el medio de vida de los señores del reino infinito y del silencio.
Dos aportes; el uno literario. Tuareg. La Obra de Alberto Vázquez-Figueroa. Una Obra que deja poso agridulce por el desarrollo final.
Siguiendo los años; el referente de la vida que los hombres azules mantienen hace que se envidie. Su Generosidad. Lealtad. Palabra-Honradez. Aún a costa de su propia vida. Es un bien escaso en las urbes.
Tuareg fue Obra regalo; con tan buen criterio, como crítica.
Treinta y tres años desde su publicación y al título… El corazón se encoje.
El otro…
Djebrine.
En artículo del Moudjahid. Diario argelino. Muestra al hombre del desierto con toda su sencillez y cautiva.
A su escasez aparente de medios (para lo que entendemos en nuestra jerga y nos decimos europeos) Djebrine no le dedica una sola línea en su relato. El dueño de la bóveda estelar no quiere otro espacio que el amplio del desierto.
Noches frías junto al fuego. Lenta caravana por infinitas dunas mientras el caluroso aliento que el sol departe sin pedirlo; son sus años. Su piel tostada. Su ropaje índigo. El olvido…
Olvido. Como lo era Djebrine; hijo del pueblo argelino. Olvido de quienes residen en La Blanca.
Los Tuareg… No piden.
¡Pero acaso necesitan!
¡Necesitan!
Lo que actualmente redime gente con sabiduría: Que su pueblo no desaparezca. Por qué existe.

Carmen Amigó y Pérez-Mongay



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