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agosto 2013

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Un camino a ninguna parte

Publicado por , Posteado enOpinión

Quien fuera destacado adalid del neoliberalismo, el economista Milton Friedman, a pesar que de labios a fuera preconizaba la ausencia de toda intervención estatal en la economía, curiosamente, a título personal no predicaba con el ejemplo haciendo caso omiso de sus propios postulados, y así en práctica inversa, durante toda su vida profesional no dudó en acogerse a las subvenciones del estado de Illinois, para sufragar económicamente el desarrollo de su actividad docente en la «escuela de Chicago», es decir, una muestra de perversión de un personaje incoherente, la del teórico neoliberal cargado de contradicciones que sin acudir a ayudas del estado habría arruinado su función mercantil a las primeras de cambio.

Irónico contrasentido de quien en vida ostentara la paternidad del moderno neoliberalismo económico; esa predicada doctrina que tras sus hipotéticas ventajas, enmascara un trasfondo reaccionario que además de devaluar el sistema democrático, induce la incautación del aparato del estado, abriendo vía libre a la liberalización de todo lo público y la conversión de los recursos sociales en amortización financiera.

Esos exponentes son el vivo reflejo de la realidad extensiva que actualmente domina el panorama socio económico de nuestro país, cuyo afianzamiento cuenta con la participación de una generación de reemplazo, heredera dogmática de las tesis del autor neoyorquino, me refiero a los miembros del neoliberalismo español, o lo que es lo mismo, ese agrupado de paridad ideológica en el que confluye un reconvertido socialismo y una derecha recalcitrante, digamos PSOE y PP.

Pues por desconcertante que aparente, estas organizaciones a pesar de mantener ante los electores la ficción de sus diferencias a través de recias rivalidades retóricas, lo cierto es que las dos corrientes políticas son simplemente agentes intercambiables que en razón a su capitalización electoral, alternativamente, vienen siendo utilizadas por el neoliberalismo como colaboradores necesarios, con la exclusiva finalidad de llevar a término su perverso objetivo, que no es otro, que crear una sociedad de desigualdades, donde pequeñas élites económicas sean los únicos favorecidos a costa de extender la pobreza a la gran mayoría social.

De ahí, que por justo encuadre haya de concebirse al neoliberalismo no tan solo como una ideología económica, sino además, como un pensamiento fundamentalista de la vida con tendencia perturbadora, que por su carácter excluyente y marcadamente absolutista, resulta totalmente contraproducente para la estabilidad del país y altamente pernicioso para su salud económica y democrática.

Es evidente que estos prosélitos del credo neoliberal fueron los causantes de la crisis, de ahí que suponga un contrasentido que como culpables del caos, ahora, sigan al frente de la función política defendiendo intereses minoritarios ligados a sus aliados capitalistas, destinando miles de millones de euros de dinero público a salvar a las entidades bancarias copartícipes de la hecatombe, mientras no reparan en reducir el estado social a mínimos a la vez que escamotean recursos de apoyo al fortalecimiento del tejido empresarial y del empleo.

Unas políticas de ajuste que sin ser la solución de nada vienen a incitar la gravedad de los problemas existentes para desembocar en una crisis social de múltiples consecuencias; donde a la depresión económica se le suma la psicológica, siendo el abismo del desempleo, la degradación de los desahucios y el atraco a los preferentistas, exponentes de sus lesivos efectos que conjuntamente al afección repercutida en sanidad y cultura se conforma el mapa actualizado de la cruda realidad española.

Para mayor complejidad es perceptible que el neoliberalismo como ideología es inherentes de corrupción, y no solamente en el plano individual, sino que el propio sistema que esa ideología propicia es factor desencadenante de corrupción colectiva, cuya proliferación se extiende por igual desde el gobierno hasta el conjunto de expresiones del sistema, abarcando en su afección desde el mundo empresarial hasta los partidos políticos. Todo un referente de decadencia y de pérdida de principios éticos que rompe la cohesión social y debilita la institucionalidad, dejando relegada la democracia a un mero referente electoral, donde paradógicamente los compromisos no toman condición de obligaciones .

Por eso que los electores tienen la llave del cambio si quieren erradicar el favorable statu quo de unos pocos en ventaja del interés colectivo, tomando para ello parte activa en una rebelión pacifica pero beligerante, orientada a suprimir de la actualidad política la ideología excluyente del neoliberalismo, y el arma mas contundente para lograr tal finalidad es la emisión de un voto de conciencia y eficacia probada, para así evitar que los adictos a reproducir el despropósito de Milton Friedman sigan a conducirnos en dirección contraria al futuro.



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