Al asiduo acompañante de programas, que se dicen de crítica (in)formativa, cada día se le hace más incomprensible la realidad, la que todos conocen, sencillamente, como “el plato de lentejas”.

Horas y horas de mesas redondas de tertulianos soltando “vanidosamente”, innumerables datos macroeconómicos, que sólo sirven para llenar la boca de satisfacción a los que, olvidándose de la audiencia, los desparraman como prueba de un intelecto sólo preparado para adormecer a las masas.

Abruma la sensibilidad del humilde oyente o espectador la sorprendente capacidad de conocimientos, de cualquier especialidad, que esos señores, día a día, sirven en platos fríos y mal condimentados, es decir, en generalidades de ratios, porcentajes y datos macroeconómicos.

El día de estos señores debe ser distinto al del común de los mortales. Sus puestos de trabajo parecen estar ocupados por “sombras activas on-line”, que les permite estar pero no ocupar la silla de la oficina…

Mientras, la audiencia adormecida, sólo se fija en las caras y se enfada por la manera de expresarse, por la pinta que llevan, por el teatrillo acordado… el fondo del debate no lo entienden y por eso siempre hacen, “on-line”, la misma pregunta:

Si todo está tan claro ¿por qué mi marido sigue buscando trabajo, por qué la ciudad sigue sucia, por qué nos calentamos como antiguamente, por qué todos los días siguen diciendo lo mismo?

Y continúan: ¿Por qué no se ponen a dirigir los gobiernos?

Por Dios y todos los Santos ¿por qué el conocimiento tertuliano no es un una asignatura obligatoria?

Por fin, la “justicia” mete mano a los videntes, chamanes, tarotistas, curanderos, hechiceros, etc.; para que no sigan estafando a la pobre gente que en su ignorancia supina, confían en esos remedios paranormales.

Y digo yo:

¿Por qué no meten mano también a la Iglesia Católica, que lleva 2.017 años vendiendo parcelas en el cielo y cobrándolas aquí, hasta el punto de haberla convertido en la mayor propietaria de este País, pidiendo para los pobres?

Porque la constitución “dice” que todos somos iguales ante la Ley ¿no?

Rafael Bueno.
Córdoba.