Cartas al Director

Tu voz en la Red

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miércoles

25

mayo 2016

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Encapuchados

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Los últimos hechos de violencia en Valparaíso ya no sorprenden a nadie, es más, todos esperan que cualquier protesta, anunciada o no, termine en vandalismo con destrucción masiva de la propiedad pública y privada; esto ya se ha hecho habitual y se estima “inevitable”, ya que a la policía se le ha cortado las manos para que actúe en conformidad a los procedimientos aceptados internacionalmente para controlar estas turbas enloquecidas. Hasta el carro lanza-agua está en tela de juicio después que un manifestante fuera alcanzado por el chorro de agua y se azotara la cabeza en la caída ¿y qué estaba haciendo ahí? Seguramente “protestando pacíficamente” con la cara cubierta de incógnito. ¿Y cuál es la razón de todos estos protestantes de cubrirse la cara? Evidentemente para poder cometer todo tipo de desmanes y no ser reconocidos, es más, pueden actuar criminalmente sin que una fotografía o un video revele su identidad. Los hechos demuestran que las protestas día a día empeoran sus resultados y las consecuencias son cada vez más desastrosas, sin que los hechores puedan ser detenidos y procesados.

La única manera de frenar esta escalada de violencia maligna es permitiendo a la policía arremeter con todo contra los encapuchados y los manifestantes con la cara cubierta; se presume que cubrir el rostro es una señal de intencionalidad perversa, ya que no hay otra razón para esconder su identidad si sólo se quiere protestar.l

 

domingo

21

junio 2015

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Cambio de hora

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El debate por el cambio de hora

Todas estas polémicas, que se crean continuamente por una u otra materia, nos demuestran claramente que el ser humano necesita oponerse a algo, buscar problemas donde no los hay, criticar cualquier medida, iniciar un conflicto esgrimiendo cualquier tinterillada para tratar de justificar una postura, etc.

El cambio de horario se ideó hace varias décadas para ahorrar energía aprovechando mejor la luz del día, sin embargo los tiempos han cambiado y hoy ese ahorro ya no se nota, por lo tanto el cambio de hora ya no se justifica; esa es la simple razón por la cual se derogó. Además es evidente el daño que sufrían las personas con el constante cambio de hora (2 veces al año) al tener que reacostumbrar su organismo a un nuevo horario, pues algunos tardan más de una semana en acostumbrarse a otro horario.

Ahora bien, si la hora establecida para esta latitud no concuerda con el huso horario que corresponde físicamente a la región, es un tema muy relativo, pues la conveniencia de utilizar esta o aquella hora depende de los criterios comerciales con países vecinos por ejemplo. Pero todos los argumentos de carácter médico, que se esgrimen para criticar una determinada hora, carecen totalmente de sustento; basta con mirar países como España por ejemplo, que, desde que pertenece a la Unión Europea, está 2 horas adelantada a su huso horario y sus ciudadanos no han manifestado ningún trastorno por esta causa. Los países escandinavos tienen un día de 5 horas en el invierno y uno de 18 horas en el verano y su condición de salud no se ha visto afectada en absoluto por esa causa. El daño mayor se produce por el cambio de horario, que perturba el reloj biológico de cada persona cada 6 meses obligándolo a acostumbrarse nuevamente a otro ritmo.

Por lo tanto, si elegimos un GMT-3, un GMT-4 o un GMT-5 definitivo para nuestro país, a la larga nos acostumbraremos a ese horario y nuestro reloj biológico se adecuará correctamente.



jueves

12

marzo 2015

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Transantiago

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El Transantiago y el eterno problema de la movilización colectiva

La implementación del Transantiago como solución para los problemas del desplazamiento dentro de la ciudad de Santiago mediante un sistema de movilización colectiva efectivo y dinámico fue un verdadero fiasco. Lo único que se logró fue la renovación del parque de buses, que de un color amarillo pasó a los colores actuales para los buses troncales y alimentadores, modificando empero todos los recorridos en forma sustancial y produciendo una enorme confusión en los usuarios, que fueron obligados a acostumbrarse a estas nuevas rutas.

Sin embargo, el verdadero problema no fue solucionado y se sumaron nuevos problemas, que no existían antes; en efecto, no se educó a los choferes y todos sus vicios se conservaron, además, ahora la evasión se disparó a raíz del sistema de pago elegido, quitándole al chofer la participación en la cantidad de pasajeros transportados.

El verdadero y real problema de la movilización colectiva es que nadie puede planificar su viaje por carecer de horarios establecidos: no puedo saber de antemano el momento preciso en que vendrá mi bus. Se han implementado sistemas con GPS, que indican la ubicación exacta del bus en un momento determinado, pero que no sirve de nada, porque no se puede planificar en base a algo que varía todos los días (¿de qué me sirve saber hoy dónde se encuentra el bus si no sé si mañana llegará a la misma hora?); a veces la gente debe esperar más de media hora la llegada de su bus, para que luego aparezcan dos o tres buses del mismo recorrido, que van compitiendo por llegar antes a su destino.

El único sistema infalible, que no necesita GPS ni controladores electrónicos sofisticados, es el horario establecido con una planilla para el chofer indicando la hora exacta de todas sus paradas, así como se hace en Europa ¿por qué no se imitan los aciertos de los países desarrollados? Si yo sé que mi bus llega a las 18:55 al paradero y a las 19:38 a mi destino, puedo planificar todo a partir de ese conocimiento; si hay atochamientos en la ruta, entonces debe acelerarse la marcha donde se pueda para recuperar el tiempo perdido; si está despejada la calle se debe circular a una velocidad moderada para no adelantarse al horario establecido. Es preciso que en todas las paradas exista un tablero visible y legible con los horarios de todos los recorridos que deben pasar por ahí, con la clara indicación del último bus de la noche. Para lograr esto debe crearse una conciencia de puntualidad y orden para terminar con las carreras desenfrenadas y vertiginosas con aceleradas y frenazos bruscos y peligrosos, adelantando una, dos o tres máquinas anteriores (¿cuál es el afán de echar carrera y llegar primero que el bus anterior?), respetar los horarios establecidos para cada parada, detenerse en cada una de las paradas, aunque no haya pasajeros esperando y partir en el momento que le corresponda, prohibir el adelantamiento del bus anterior, ya que éste también debe cumplir su horario respectivo, respetando también las paradas establecidas. Es muy simple: cada parada tiene su hora.

Además, el sistema de cobro elegido es el peor para nuestra idiosincrasia (el chileno se jacta de ser “pillo”, de ser “vivo”, burlando los controles y echándose al bolsillo el sistema establecido): Sin el control del chofer –que no le importa cuántos pasajeros pagan su pasaje, porque ya no recibe comisión por boleto cortado– es muy sencillo subirse sin pagar y, de hecho, se registra alrededor de un 25% de pasajeros que no pagan su pasaje, haciendo el sistema muy poco rentable y una burla para aquellos que, a conciencia, pagan su pasaje. Además, se obliga a los usuarios a comprar una tarjeta plástica que se carga con anticipación; los turistas, los provincianos y todos aquellos que quieren movilizarse una sola vez, se ven forzados a comprar una tarjeta que les servirá una o dos veces ¿y después, se puede vender la tarjeta? (porque el plástico cuesta dinero) ¿Por qué no existe un sistema de torniquete, como en el metro, con sensor de tarjeta y admisión de boletos individuales que sirven para un solo viaje? (éstos podrían adquirirse hasta en los kioscos de diarios). Además, la subida con su torniquete o más de un torniquete debería estar ubicada en la puerta trasera del bus y la bajada por la puerta delantera para que el chofer pueda ver hasta el último pasajero que desciende. Al final del período de los microbuses amarillos se había iniciado la colocación de torniquetes, sin embargo, al implementarse el Transantiago no se continuó con esta práctica tan útil; desconozco la razón por la cual se desechó este sistema, ya que con esta barrera también se obstaculizaría algo más la evasión y disminuirían los “colados”.

Si el chofer recibiera una remuneración de acuerdo a una combinación de incentivos sobre su sueldo base, como cantidad de pasajeros transportados, regularidad y puntualidad en el trayecto, número de vueltas realizadas cumpliendo con todas las condiciones anteriores y compensación por horarios de menor afluencia, el servicio mejoraría considerablemente y la evasión se podría mantener su rentabilidad en niveles razonables comparados a los de las micros amarillas.

                                                              Sergio Hochstetter C.


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jueves

12

junio 2014

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Desigualdad o pobreza

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La manipulación de las masas ha sido desde siempre el mecanismo más usado por los políticos de todo el mundo y para esto sólo basta con crear un concepto que aparentemente concuerde con la problemática de moda, presentándose como emblema de lucha contra ese flagelo.

Tal es el caso de la “desigualdad” que se ha difundido como la única responsable de todos los sufrimientos de la ciudadanía. ¿Quién se detiene hoy a pensar si efectivamente la desigualdad es la causa de tanta pobreza? El término “desigualdad” está denotando las diferencias innegables entre personas muy adineradas y aquellas sumidas en la pobreza, en consecuencia está incitando a estos últimos a la envidia y al odio contra aquellos que tienen mucho, pues se asume a priori que sus bienes fueron adquiridos ilícitamente. La idea entonces es despojarlo de sus riquezas para dárselas al pobre y así lograr la tan anhelada igualdad, como si la justicia involucrara tácitamente una igualdad absoluta de todos los seres humanos, falacia pregonada por la ideología marxista.

La envidia ocasiona odio y éste es la madre de todo conflicto y enemistad entre los seres humanos provocando en ellos el deseo de dañar y perjudicar al prójimo, incitados por la impotencia de lograr la superación por sus propios medios y el desaliento generado por el constante fracaso; esto es maliciosa e inescrupulosamente aprovechado por los políticos (generalmente de izquierda), a los cuales les conviene mantener esta situación para sostener sus cargos con el apoyo popular, que se basa en su condición de desánimo y desesperanza.

Terminemos con el show de la desigualdad y concentrémonos en lo medular del problema: Darle las herramientas para crear riqueza al que tiene muy poco. Si tengo suficiente para vivir bien ¿qué importa que otro tenga mucho más que yo? ¿debo seguir envidiándolo?

Con elegir a otro parlamentario demagogo no se soluciona ningún problema de pobreza, con escuchar los planteamientos de los existentes, nos damos cuenta que no se proponen soluciones verdaderas. El único camino efectivo es largo y tedioso, de muchos años y por eso no les conviene a los políticos, porque sus cargos duran menos: Educar al pueblo, educarlo bien y darle todas las herramientas necesarias para crear riqueza, es la única vía efectiva para acabar con la pobreza, pero requiere de un largo tiempo de enseñanzas concienzudas e insistentes, comenzando desde la escuela básica hasta el final de la enseñanza media, creando la conciencia desde la niñez. Esto es “educación de calidad”, que no tiene nada que ver con “gratuidad”, que es la otra falacia pregonada por los demagogos, quienes le dan más importancia a que la educación sea gratuita sin importar su contenido.