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martes

21

julio 2015

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Arqueología «de guerra»

Publicado por , Posteado enOpinión

No son tiempos de gloria para el yacimiento romano de Bílbilis, ciudad en la que vivió y murió el poeta romano Marco Valerio Marcial, bohemio tras la caída de Séneca y amigo de Quintiliano, Plinio el Viejo o Jubenal. Quien dijese aquello de «Dicen que Cinna ha escrito unos versos contra mí. No es posible. ¿Cómo los va a escribir si nadie los lee?».

Durante tres siglos, hasta el II de nuestra Era, Bílbilis fue una próspera ciudad de provincias que miraba a Roma con admiración y a la que Roma también exportaba sus gustos y normas oficiales, como acostumbraba a hacer a lo largo y ancho de sus dominios (fuente).

En la actualidad, las excavaciones en Bílbilis se mantiene gracias a 4000€ que aporta el ayuntamiento y a la ayuda de la Universidad de Zaragoza. En el 2007, Eva Almunia prometió cerca de dos millones de euros para el yacimiento. Aún no se ha visto un céntimo.

Si está usted de visita en Calatayud, no olvide pasar por Bílbilis. http://www.calatayud.es/turismo/ficha_visitar/yacimiento-arqueologico-bilbilis



lunes

20

julio 2015

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Primera carta a mi amigo Nicómaco en su crisis de autoestima

Publicado por , Posteado enOpinión

No es curioso, Nicómaco, descubrir que todas las luces y colores que se ven son de mentira, si uno parte de la perspectiva de que, precisamente, el color que se precibe, es el que no es reflejado por el objeto observado. Desde esta premisa, los colores y las percepciones de cualquier índole son una invención de nuestro cerebro que está entrenado para la supervivencia o, en su caso, para hacernos ver y entender lo que él necesita. El cerebro es capaz, pues, de modificar la realidad que le rodea para adaptarla a sus propias necesidades y si no está preparado para enfrentarse a esa realidad, se esconde y se autoengaña, como si de un juego malabar se tratase, para evitar el sufrimiento.

Porque, al fin y al cabo, de eso se trata: de sufrimiento. El cerebro, mi querido Nicómaco, no desea el sufrimiento y algunas personas tienen ese umbral del dolor más bajo y llegan incluso a imaginarse una realidad paralela, a escapar de este mundo, con tal de sobrevivir, de evitar enfrentarse a la realidad. Ya sea un dolor físico o un dolor emocional.

Hablas, Nicómaco de los «satélites del poder» que «intentan mantener su posición con el aire patético de la hipocresía» pero, has de saber, que «hipocritas», desde el punto de vista etimológico, deriva de aquellos que interpretan los sueños, los que interpretan los oráculos, del verbo «hypokrinein», distinguir e interpretar lo oculto dando una respuesta. Y, debo confesarlo, en estos términos, yo también me considero un hypócrita más puesto que he sido capaz de descifrar ese entramado de desvergonzada verborrea. ¿Estás tú preparado, Nicómaco, para ser un hypócrita? Aprende de mis palabras.

Quizá deba expresar, Nicómaco, que no veo en nada negativo que alguien intente «mantener su posición», mantener sus ideales, sus principios, empleando la hypocresia, interpretando los mensajes ocultos, los engaños y las mentiras que otros quieren hacer pasar por verdad. Y esta acción de desnudar la verdad puede estar dominada por la emoción, por el pathos, por ese aire patético que provoca en quien lo escucha pues, bien es cierto que, en esto me darás la razón, la verdad nunca nos deja indiferentes. Y al necio, al truhán engañoso y rastrero que con malas palabras quiere convencernos de la mentira, cuando se le contradice y se le descubre, se revuelca como un gorrino en su afección.

La autoestima, mi estimado Nicómaco, en los niños, parece ser que deriva de dos fuentes: por un lado, de la aprobación de los otros y, por otro, de la satisfacción de realizar la actividad agradable y de manera independiente. Cuando la frustración llama a la puerta y uno es incapaz de realizar una actividad de manera independiente, busca la satisfacción a través de la aprobación de los otros. Pero esto es terrible. Considerando que «quién es injusto en lo muy poco, es injusto en lo mucho», no puedo esperar al momento en que encuentres otro foco de frustración y decidas con insinuaciones y medias verdades, emplear tus herramientas de acoso, hacia otras personas. A ver, si tengo suerte, y el próximo no soy yo.