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abril 2014

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A trompicones, sin rumbo ni gobierno

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protectoradoLas interpretaciones complacientes del Ejecutivo del PP sobre la situación económica del país, mas que  aportar argumentos para el optimismo, por su carga de insolvencia y falta de seriedad, al no ser creíbles vienen a incrementar el escepticismo. 

Consecuencia de los drásticos e incesantes  planes de austeridad, la economía española  actualmente  sigue en  estado de recesión aún más prolongada si cabe  que la de 2008-2009,   sin que las desastrosas políticas llevadas a término por el actual Ejecutivo del PP dejen vislumbrar síntoma alguno  de recuperación, siendo evidente por tanto que en la presente coyuntura, sino se le busca remedio,  continuaremos  transitando hacia el futuro  en el furgón de cola de la Unión.

Con el agravante agregado  que a pesar de la complejidad de este contexto, hay quienes lejos de asumir  esa realidad se mantienen en sus trece  aseverando  «percibir  luz al final del túnel»; y cuando esto ocurre, entonces  tenemos otro problema añadido que agrava todavía  mas la situación,  pues ante la percepción  de tal espejismo, todo apunta a deducir que  los obligados a articular soluciones, lejos de actuar en consecuencia  muestran  una marcada  adición  al  consumo de alucinógenos, pues  caso  contrario, o les  estimulan  las prácticas del  mal ajeno mofándose  de la ciudadanía o  no se entendería  la proclamación a los cuatro vientos de tamaña estupidez.

Lo cierto es que la persistencia  de la recesión, aparte de producir  insolvencia política,   indica, que  de continuar con las actuales políticas de austeridad, la decadente situación que vive el país  empeorará en el corto – medio plazo, y  su efecto neto será dramático al acentuar el debilitamiento de la demanda; aspecto, que motivará que prosiga el cierre en cadena de las empresas y se acentúe la inactividad en los  autónomos hasta niveles aún desconocidos, cuya principal consecuencia será la prórroga en la  destrucción de empleo, y en consecuencia , la tendencia  a que el paro real mantenga su desmedido  ritmo ascendente.

Y todo ello por nadar contra corriente,  al haber establecido trayectorias de reactivación amparadas en versiones contrarias a la realidad , o en su defecto, por aplicar como  propias, fórmulas impuestas desde países divergentes,  haciendo caso omiso  a nuestras  referencias características,   a esa  singularidad distintiva de las particularidades de nuestra  propia idiosincrasia.

Por eso que en el actual estado de cosas, anunciar  desde el Gobierno   indicios de auge económico, además de una  tomadura de pelo, es  un hecho falso, una argucia desafortunada que ya no cuela ni crea optimismo contagioso en sus defraudados destinatarios, para quien  el festival de previsiones  de los mensajes políticos del Gobierno, tras repetidos engaños, ha tocado a su fin  por extinción de  credibilidad.

Para desgracia del neoliberalismo político  y de sus argucias  de poder, las cosas no marchan a su antojo, de ahí que los miembros del Ejecutivo como activistas  de la cofradía neoliberal,  a estas alturas  ya debieran tener asumido  que  no caben   mas ficciones  ante una   ciudadanía políticamente formada, a quien  » la crisis, si les deja ver las causas»,  y que ajena a toda culpabilidad,  le asiste pleno  derecho a exigir   que la crisis la paguen los responsables causantes   conjuntamente con  todos aquellos que se beneficiaron de la misma, amparándoles igualmente la razón para  demandar que toda alternativa de  solución se establezca desde  el punto de vista de la mayoría del País y no en ventaja de una minoría privilegiada.

No debiéndose  obviar que el origen de la crisis  partió de un diseño premeditado,   de una combinación   a medida,  auspiciada desde la élite financiera en el ventajoso marco de una  globalización exenta de regulación, y cuya perversa especulativa indujo en beneficio propio una creciente disfuncionalidad mercantil,  hasta el extremo  de ser el propio sistema financiero quien  por esos cicateros intereses abandonó a su suerte a la economía real provocando el desmantelamiento de la actividad productiva, y en consecuencia,  disparando el desempleo hasta índices inusitados,   y todo ello, al  amparo  y con la aquiescencia de absurdos planteamientos neoliberales  sobre la relación entre mercado y regulación pública, cuya consecuencia, hizo que en vez de crecer la economía lo hiciera la corrupción y los especuladores.

Y es por eso que hay que forzar un cambio de rumbo, exigir que la sociedad sea tratada como personas y no como sujetos tributarios  de una deuda  ajena,   y que la economía deba estar al servicio de la sociedad y no a la inversa.

Esas que no otras han de ser las premisas para afrontar el fondo de la crisis de forma efectiva, a la par de establecer  bases positivas para un futuro  de estabilidad; pero  para que esta iniciativa no derive en fracaso, no han de ser los forjadores de la crisis ni sus aliados políticos quienes lleven a término dicha  proposición, a fin  de evitar el riesgo  que el sacrificio conjunto soportado por la sociedad vaya a parar  como hasta ahora, al circuito de latrocinio de ese  séquito de rufianes de moral despistada,  en vez de penetrar en la economía real  a través del  tejido empresarial para así redundar en ventaja del empleo y la ciudadanía.

Urge por tanto  erradicar del panorama político a esos agentes del neoliberalismo, a los  artífices de la debacle  y verdaderos culpables del hundimiento del país, pero que esto se cumpla depende de  las urnas, pues serán estas y nadie más,  quien el 25 de mayo tengan la  última palabra.




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