Hoy, julio de 2016, ante el desafío del Parlamento Catalán, es obligada una mirada retrospectiva a nuestro “quehacer” durante todos estos años de convivencia “comunitaria”.

Es necesario que todos y cada uno de los Estamentos que componen el Estado sea analizado y auditado.

Por su transcendencia y actualidad sólo quiero detenerme en lo que afecta a la Unidad de España y a la responsabilidad no sólo del que delinque sino también del que por dejación o mala praxis ha favorecido lo que hoy llamamos enfrentamiento al Estamento Constitucional.

Lo primero que se observa es una Ley de Partidos que ha hecho aguas desde su aprobación; Ley que ha permitido y permite constituirse como Partido o Grupo Político a cualquiera que presente unos Estatutos generalistas, aptos de ser aceptados por cualquiera. Ley de Partidos que no ha exigido que determinados artículos de la Constitución fueran contemplados como sagrados y su aceptación y cumplimiento condición “sine qua non” para pertenecer al espectro político.

Tras la Ley de Partidos, necesaria en cualquier sociedad democrática, observamos la lentitud e incluso inoperancia del Poder Legislativo, el criterio de “prudencia política”, mal interpretado, del Poder Judicial y para colmo de males los diversos Poderes Ejecutivos comprando y vendiendo postureos.

Ahora, toda la prensa nacional, levanta la voz de alarma. Un País se rompe porque unos quieren hacer aquello que la Constitución prohíbe pero que, a su vez, todos han ido facilitando.

¡Manda huevos!…

¡Regala al niño libertinaje y dile luego que respete la libertad!

¿Quién ha cebado al monstruo?… ¿Quién le ha dado cobijo?…

Ahora ¿quiénes son los malos?… ¿los que imponen la Ley o los que han permitido que se juegue con ella?

En un País, España, donde se lleva años y años sucumbiendo ante la corrupción magnificada según el opositor de turno, hoy, los bien llamados “líderes de partidos políticos” o “cabecillas de agrupaciones con intereses gremiales” porque llamarles “hombres de Estado” sería una equivocación, se rasgan las vestiduras escandalizados por la corrupción regionalizada o, mejor, nacionalizada, de un partido, olvidando que todos ellos han tenido que dejar de mirar bajo sus camas por vergüenza de lo que bajo ellas se escondía.

La “picaresca” siempre ha sido un “modus vivendi” reconocido en la vieja y rica biografía española.

Lo grave es la capacidad de adaptación que la “picaresca” ha tenido en el transcurso y devenir de nuestra sociedad.

La “Corrupción” es el sinónimo adaptado de la “picaresca”: saber vivir de lo ajeno; pegarse como una lapa al manantial y poner “cara de póker” cuando nos pillan.

Señores políticos del siglo XXI, pasen página, aireen sus domicilios sociales, no rasguen sus vestiduras porque se les va a ver sus interioridades.

Si no fuera porque el futuro pasa en gran parte por sus manos yo dejaría de votar, me abstendría, tomaría la actitud del indiferente… pero millones de jóvenes señalarían mi tumba como la de aquel español desengañado y cobarde que guardó silencio y ocultó y rompió la “cámara” de la realidad hipócrita en la que ustedes “pícaramente” intentan vivir “holgadamente”.