Cartas al Director

Sentado en la terraza de un bar y apurando un refresco, estoy leyendo titulares de la prensa. Al lado de mi mesa hay otra ocupada por señoras, son siete, todas rondan la edad de cincuenta y sesenta años, es inevitable que escuche sus conversaciones. A una de estas señoras le escucho decir:                                                                                                                        

«Qué contenta estoy, mi hijo ha encontrado trabajo para este verano en una cafetería».                                                                                                

 Empieza un duelo de vanidades; otra contesta; mi hija trabaja en la Diputación, otra señora dice; el hijo mío y su mujer trabajan en el Ayuntamiento, y así cada una de las señoras van dando la situación laboral de sus familiares, la mayoría de ellas tienen sus vástagos y allegados colocados en toda una colección de gobiernos e instituciones públicas. Menos la señora que se alegra porque su hijo va a ser camarero este verano, mas otra señora que dice que el suyo trabajaba en una multinacional vasca, el resto de señoras sus familiares tienen trabajo y están colocados gracias a Dios en una institución pública. La reflexión que yo hago mientras apuro mi refresco; vivimos en un país donde apenas se producen bienes, es un país hábil en producir decretos, normas, leyes y regulaciones, todo para dar trabajo a una gran masa laboral. Este es el país del nunca jamás.

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Alvaro Villa Rey