Cartas al Director

La Reina de las Fiestas en pueblo o ciudad de España fuera en tiempos pasados escogidas, entre la clase con solvencia.
El ajuar. Ya que en realidad no era un solo vestido y aderezos costaba importante cantidad de dinero, no estando al alcance de cualquier bolsillo. A ello venía ajustado el compromiso de asistir a todo acto representativo del lugar con obligada presencia.
A esta continuidad de años vino el desarrollo de la Democracia y esa línea trazada por la “creme” se le adelantó la “progresía” ayudada económicamente por los ayuntamientos en cuantía estipulada por los mismos.
En época actual, me comentaba el padre de una Reina de Fiestas de hace cuarenta años, que ya gastó con su hija en el vestido sesenta mil pesetas. Y que cada año el consistorio encuentra menos candidatas.
Aquella euforia de los primeros tiempos se ha desvanecido.
Seguía en su relato que de las escogidas de este año 2012 una de ellas llevaba el vestido ya usado, de otra reina saliente y que además con la modernidad de los nuevos matrimonios con hijos, se daba el caso de haber sido reina-dama quien solo viene de paso de vez en cuando, ya que vive en otro punto de la geografía con su madre, lo que no gustó al resto de los vecinos.
El ayuntamiento sigue entregando una cantidad de dinero; euros, que en definitiva salen de los impuestos de todos los vecinos “para ayuda” a cada una de aquellas que de candidatas pasan a ser damas-reina ¿Subvención? Estas que no falten.
¡Énfasis! Aquí viene donde la rematan.
En lo práctico; no hay candidatas y las elegidas también están a la mitad del acuerdo, pues no quieren pasar horas de su tiempo asistiendo a recepciones o representación del lugar.
Un vaso de la tierra y la mesa se levanta.

Carmen Amigó y Pérez-Mongay