Escribo este relato para dedicarlo a aquellos que con frecuencia, o siempre, sufren la tristeza del desamor. Una tristeza profunda que les deja sumidos en el desaliento y la desazón.

Escribo este relato para los que sufren: La execrable e inquietante desesperanza del que vive la noche oscura; y el agónico trastorno emocional del que está hundido en el pozo de la más lamentable miseria.

Escribo a los desamparados del alma; a los que sienten:

• El desgarro de un corazón roto.
• Y el delirio de un sentimiento pasional confundido.

Escribo… ¡Porque!, si esto te sucede: hoy, ¡sí hoy!, estarás triste.

Y estarás triste, por qué:

• No encontrarás a tu lado pasión amorosa.
• No encontrarás a tu lado: cariño, ni ternura.
• No encontrarás en ti: ni belleza, ni dulzura.
• No encontrarás: calor, ni paz, ni sosiego.
• No encontrarás:
  • La ruta, ni el camino.
  • Ni el fuego de su corazón.
  • Ni el deseo ardiente de encontrar la felicidad.

Mañana, mañana…

Sé que mañana podría ser distinto.

Pero hoy, reitero, estarás triste, muy triste…

Por qué habrás perdido:

• El brillo de sus ojos.
• La luz de su mirada.
• Y la esperanza, esa esperanza exuberante que compartiste con ella.

Ya no es, como antes: ¡Tú y Ella!

Ahora es, con dolor: ¡Tú! ¡Ella!.

Hay un abismo. Y ese es el abismo que hoy, ciertamente, os separa y te ahoga.

La finalidad de este relato, con trazos de poesía fácil:

• Es desatascar de nuestras vidas el desaliento, para salir lo antes posible del pozo de un destierro despiadado.
  

  De él, mi ilustre paisano, he aprendido la belleza y la grandeza del arte.

• Es evitar un eterno horizonte gris.
• Es transformar la claudicación en esperanza.
• Es aprender a batallar cuando la ilusión se desvanece
• Es poder convertir la noche oscura:
  •  En un amanecer de: luz, esplendor y hermosura.
• Es saber que Dios es, a la postre, el que siempre enciende en nuestra alma el piloto de una muy feliz existencia.