Cuando nos vamos haciendo mayores, la memoria de los nuestros, refresca nuestra ancianidad. Sus rostros, llenos de paz, han quedado grabados para siempre como señal de haber hecho lo que debían por ellos y por los suyos.

Sentados, con los ojos en penumbra, esperando que pase el tren de la vida, también recordamos a los que se fueron sin paz, sorprendidos por la ráfaga asesina del odio sin sentido. No les dio tiempo ni de llorar, ni de tender la mano, ni de mirar con dulzura a los suyos. Sus rostros, vacíos, con la mueca de la incomprensión, quedarán grabados con el gesto del perdón.

Hoy, los lobos con morros de sangre, ansiosos de sí mismos, aúllan en las cátedras de la democracia, ensuciando con sin razones aquello que nunca tendrán, la dignidad humana, el respeto al don de la vida y la memoria de sus propios padres.

Cuando, en su ancianidad, ellos también recuerden en la penumbra, no verán rostros de paz sino polvo carcomido por sentimientos de odio que, con el tiempo, hipócritamente, cambiaron por cuarenta monedas de plata y un puesto en el Sanedrín…

Espero, porque no odio, que sus lágrimas finales limpien sus rostros sucios por la carcoma del sin sentido.

Dormitando, por la edad, amigos, todos, que en silencio me abrazáis día tras día, ¡Gracias, por vuestra vida CON SENTIDO!… ¡Gracias, por vuestra muerte SIN ODIO!…

Veo en la prensa que el Señor Sobrón ha pregonado en Montilla a bombo y platillo, sobre los valores del Cristianismo.

¡Sorpresa!

Cualquier cristiano que se tenga por tal, lo menos que hace es ir a Misa a la Iglesia, como así lo manda esa misma Iglesia.

Sin embargo, el Señor Sobrón, junto con otros socios del falso Aeroclub de Córdoba, para no tener que molestarse en ir a la Iglesia, se llevaba un Cura a las instalaciones deportivas de dicho club y les imponía a los demás una Misa.

¿Cristiano?

Hay que predicar con el ejemplo, Señor Sobrón.

¡Por sus obras los conoceréis!

Rafael Bueno.

Córdoba.