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febrero 2015

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UN GATO NEGRO.

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UN-GATO-NEGRO(Del Libro «La España de Picaporte»)

En tiempos de matacía en un barrio de Zaragoza llamado Las Casetas en el cruce con Sobradiel había una torre en medio del campo junto a la carretera nacional.

Era una carretera de transito y con la acequia del otro lado. Convocada estaba la familia cada año para ver matar el tocino y de paso comer bolas y morcillas con sabor especial a piñones.

El corralón tenía encendida hoguera y las grandes perolas hervían agua.

La anfitriona de la casa se llamaba Paz y su hijo Delfín.

Los más pequeños que iban creciendo a la par que los años de festejo de la matacía; esperaban la hora de escuchar a Tía Paz el relato del gato negro.

Era sensación de curiosidad y respeto por lo que pudiera traer de oscuro aquella historia. Pues siendo la misma tenía tintes nuevos en el relato que se hacía al nombrar pueblo vecino y diferente.

De una forma u otra el gato negro hacía su paseo por el tejado frente a las cuadras y los pelos se erizaban mientras la pícara sonrisa de Paz volvía a su cara risueña.

Años vista y recordando las cosas desde el burladero se ven de otra manera.

Pero es de agradecer que aquella historia del gato negro hiciera poso pues el nombre de la Tía Paz sigue en memoria.

El gato negro en el capó del coche verde tiene una lectura diferente. El frio del invierno le hace agudizar la inteligencia (puesto que a su manera los animales la tienen) y a coche llegado el calor se mantiene. Y si a esto le sumas sol el “minino” lo tiene todo.

¿Todo…Todo?

La vecina de la casa de al lado es quien le provee de comida cada día. ¿Hay mejor servicio para un gato negro?

Carmen Amigó y Pérez-Mongay



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