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agosto 2014

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El sector naval, en declive bipartidista

Publicado por , Posteado enOpinión

La decadencia que  en el último tercio de siglo redujo a mínimos  el otrora boyante sector naval  de la Ria de Ferrol,  tuvo su factor   desencadenante  en la actitud entreguista  del  bipartidismo político del PP y el  PSOE, que mas que apostar por la  defensa de los intereses genuinos, optaron por asumir como propios  los  dictados  de  la competencia europea, contribuyendo con ello la  actual debacle comarcal.

A crisisEn un entorno político donde mucho se promete y poco se cumple, a nadie debe sorprender   que sea el engaño quien toma carta de protagonismo,  y por tanto, que todo propósito de solución  sea en si mismo  un referente de nula credibilidad.

Complejidad  que agrava toda situación, máxime, cuando   el referente de maquinación más que atender a una excepción puntual es la rutina de treinta años de una historia interminable  que tiene por principal protagonista al conjunto del sector naval, y los peores actores del reparto  adjudicados a  los astilleros de la Ría de Ferrol,  que tras un  diseñado proceso de desmantelamiento y un  vertiginoso desplome de actividad, de no mediar reconducción,  por mas esperanza  que se quiera vislumbrar al amparo de la inminente  extinción del veto que pesa sobre el sector, se verán abocados  irremediablemente al  cuarto plan de ajuste sectorial  cuya  repercusión pondrá en serio peligro  la continuidad  y el futuro de ambas  factorías.

Eso será así porque la suerte ya está echada,  toda vez que  tal decisión fue considerada y asumida por los miembros del  bipartito, en aceptación  consensuada por  exigencia impuesta a esta dualidad política    por los mas influyentes miembros del club  europeo  en contrapartida a refrendar  nuestra integración en el marco de la Unión.

Admisión, que dicho sea de paso  supuso la destrucción de buena parte del tejido productivo industrial, en el contexto de un deslavazado proceso de desindustrialización, cuya repercusión, llevó implícito el cese paulatino  de la actividad de construcción naval  hasta su total declive, que  como consecuencia  de aquella  desastrosa negociación, después de mil avatares y un  forzado  tránsito en dirección  contraria, se debate actualmente en la coyuntura de un  eclipse total.

Es por ello que resulta de una insolencia sin precedentes  que los directos colaboradores  de las limitaciones impuestas al  sector,  a sabiendas de las  prohibiciones aceptadas en su día, tengan la osadía de recabar  resolución de la Comisión Europea   sobre la viabilidad de la  construcción del dique  flotante,   cuando políticamente como parte implícita eran  conocedores de antemano del carácter negativo de toda  resolución  sobre el particular.

Una censurable maniobra,  cuya finalidad, no fue otra  que  evadir   responsabilidades y  poder  así proseguir  sin consecuencias la asistida  repetición del engaño electoral al que nos tienen  habituados  tras  la  ambigüedad  inculpatoria  de despistar su perversidad en el soporte que propicia  la  lejanía de  Bruselas, o en la conexa  práctica    de las  no menos repetidas ceremonias de confusión.

Con todo, en el tan llevado y traído asunto del dique flotante, sin demérito alguno, se ha de deducir que  su matiz  de relevancia   no deja de ser una simple anécdota en contraste  con la enraizada insolvencia política de los distintos gobiernos alternantes,  que en suma,  fueron la verdadera raíz  del problema como pone de manifiesto toda  falta de alternativa  en la eventualidad  de  tres largas décadas de  incesante deterioro del sector, que desvela  así mismo    la falta de eficiencia  de una clase política  que contra todo pronóstico se dedicó a validar con sus actos los perjuicios   de una leonina legislación  comunitaria que favorable a los intereses de otros estados miembros, hicieron  que las crisis continuadas  del sector naval en la comarca  fueran  causa y efecto de  la disfuncionalidad  bipartidista, por cuanto, en ese esquema, toda  condición de   alternancia mas  que funcionar  como una oportunidad para el cambio, operó en exclusiva  como garantía de  un burdo intercambio  de intereses políticos y partidistas.

Por consiguiente, quienes en sucesión de gobernabilidad  dispusieron de sobradas  oportunidades para darle un vuelco a la situación, y en el transcurso de la época en vez de proceder en consecuencia  optaron   por consumar el total deterioro de la actividad,  empleando  medidas  que además de no garantizar   la supervivencia de las factorías, hicieron inviable  toda posibilidad de recuperación; de ahí que en correspondencia  con su manifiesta deslealtad, el desafío a plantear no ha de consistir en exigirles lo que no quieren asumir,  sino en  promover vía electoral el decaimiento de su primacía política,  pues solo con la erradicación  del bipartidismo se darán las condiciones indispensables para que surta efecto un cambio a positivo   en el contexto de este sector estratégico.

Por tanto, toda solución a los grandes problema del sector,  pasan irremediablemente por un radical cambio de rumbo  donde  no tiene cabida  el simulacro, como tampoco, los protagonistas de la historia del  fracaso  pueden seguir ejerciendo  como interlocutores del futuro, pues en este nuevo ciclo alternativo al bipartidismo,  la  renovación  ha de ser la clave  que permita de forma eficaz  subsanar la actual situación de deterioro como paso previo a la apertura de negociaciones conducentes a  corregir las arbitrarias restricciones impuestas por Europa a este sector.