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noviembre 2016

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SINDICATOS, coladero de mediopensionistas y pseudos profesionales

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El sistema quiebra cuando los “administradores gerencian sus intereses personales por delante de los gremiales”.

Defensores de los trabajadores, se llaman, los que sin pisar la fábrica, la oficina o el mercado, predican cómo debe ser la calidad del hormigón, cómo debe organizarse la producción, cómo se administran las cuentas y cómo se debe vender el pescado, la fruta o las castañas en otoño.

Despachos semi-utilizados tanto en organismos oficiales como en empresas privadas sirven de refugios defensivos de vagancias personalizadas no controladas.

Predican la defensa “generalista” del trabajo con tan poco sentido de la realidad que someten a una negociación colectiva gremial nacional a todo tipo de empresas sin distinción de su volumen, su capacidad y su estructura empresarial o familiar.

Esa política, mal inventada hace muchos años, ha demostrado que es la mejor máquina para crear paro, sobre todo en el sector más importante de la producción nacional: en el de la pequeña y mediana empresa, cuya estructura es tan sencilla, tan sencilla que si hay trabajo se trabaja con el jefe y si no sólo trabaja el jefe.

Horarios, normas, producción, descansos, etc., etc., no pueden estar negociados y estructurados a nivel nacional con obligado cumplimiento. Eso, genera reducción del trabajo dependiente del sector de los autónomos, el mayor de nuestro País.

Manifestar que se va a negociar y al mismo tiempo amenazar con la presión callejera es cómo querer dialogar con las pistolas en la mano, típico de los que, no poseyendo la lógica, retuercen los razonamientos.

Señores sindicalistas, el capital que mayor trabajo desarrolla es el capital humano autónomo; ese capital que el día uno de cada mes debe calcular si llegará a final del mismo.

Ese capital humano, autónomo, no necesita de la negociación colectiva para subsistir; necesita una negociación personalizada, moldeada a cada situación y firmada, como antiguamente, con un apretón de manos y un simple documento, que firmado, se entregará a la autoridad laboral.

Si esta situación se resolviera, ¿cuántos liberados sobrarían? ¿Cuánto dinero se ahorraría el Estado? ¿Cuántas efímeras reuniones de teatro surrealista se eliminarían?